Acuerdo de paz en el norte de Etiopía devuelve la esperanza a las personas desplazadas
Acuerdo de paz en el norte de Etiopía devuelve la esperanza a las personas desplazadas
Apenas siete días después del nacimiento de su hijo, Mashwa Hailu, de 32 años, se vio forzada a huir de su hogar cuando estalló el conflicto. “Destruyeron nuestra casa, y hui con mis hijos y mis padres a pie para ponernos a salvo”, contó esta madre de dos hijos desplazada en Mekelle, la capital de Tigray, desde que estallaron los combates en noviembre de 2020.
La firma de un acuerdo de paz el pasado noviembre supone el fin de dos años de conflicto y el retorno de la esperanza para Mashwa y otras personas que sueñan con regresar a sus hogares tras años de miedo e incertidumbre. “Espero que este proceso de paz devuelva todas las cosas a la normalidad”, comentó. “Espero que todas las personas vuelvan a sus lugares de origen para reiniciar sus vidas”.
El conflicto en el norte de Etiopía desarraigó a cientos de miles de personas e interrumpió gravemente el suministro de asistencia humanitaria vital, sumiendo a personas como Mashwa en condiciones aún más terribles. Entre las personas desplazadas hay etíopes, así como refugiadas de otros países que habían buscado seguridad en Etiopía antes de que comenzara el conflicto.
“Estamos muy contentos con este acuerdo de paz”.
Desde el acuerdo de paz, la situación ha empezado a mejorar. “Estamos muy contentos con este acuerdo de paz”, afirmó Mashwa.
En una visita de tres días a Etiopía que finalizó el martes, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, se mostró muy animado por los progresos que se están realizando.
“El acuerdo de paz ha mejorado la situación, permitiendo a las agencias humanitarias entregar más ayuda en zonas a las que ha sido muy difícil acceder durante las hostilidades. Esto significa que más personas en el norte de Etiopía pueden acceder ahora a servicios esenciales y [ser] acompañadas hacia soluciones”, manifestó Grandi.
En Alemwach, un asentamiento para refugiados eritreos en la región noroccidental de Amhara, Grandi se reunió con algunas de las 7.000 personas refugiadas eritreas reubicadas por el Servicio Gubernamental para Refugiados y Repatriados, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y socios de la vecina Tigray desde el cese de las hostilidades en noviembre. “Agradezco al Gobierno etíope que haya proporcionado tierras a la población refugiada eritrea y agradezco también a las autoridades locales y a las comunidades de acogida que los hayan recibido”, declaró Grandi.
ACNUR “ha incrementado la asistencia crítica a las poblaciones afectadas que lo perdieron todo durante el conflicto, pero necesitamos financiación sostenible para apoyar soluciones para las personas refugiadas y otras desplazadas”, añadió Grandi.
ACNUR está colaborando estrechamente con el gobierno de Etiopía para garantizar que las comunidades desplazadas se incluyan en los planes nacionales de desarrollo, y para crear un programa de asistencia integrado que apoye tanto a personas refugiadas como a las comunidades de acogida.
Selam* gestiona una pequeña cafetería anexa a su alojamiento en Alemwach, donde vive con su hijo de 13 años y su hermano pequeño. El dulce olor del incienso tradicional flota en el aire, mezclado con el fuerte aroma del café tostado.
“Mi hijo es la principal razón de mi vida”, señaló Selam. “Quiero que tenga una buena educación y un futuro brillante. Él lo es todo para mí”.
Huyó a Etiopía desde Eritrea en 2016, tras la detención de su esposo. “A mí también me amenazaron, así que escapé con mi hijo y mi hermano”, relató. “Quería salvar también a mi hermano del reclutamiento militar forzado, así que vendí mis joyas para pagar el transporte y cruzar la frontera con Etiopía a través de Yibuti”.
Primero se instaló en el campamento de refugiados de Adi-Harush, en la región de Tigray, pero cuando estalló el devastador conflicto a finales de 2020, se vio forzada a huir de nuevo y fue víctima de horribles actos de violencia sexual por parte de sus traficantes.
“Después de dos días en el bosque, nos encontramos con personas recogiendo leña y nos ayudaron a volver al campamento, donde el Servicio de Refugiados y Repatriados del Gobierno etíope y ACNUR me brindaron tratamiento médico, y más tarde nos reubicaron aquí, en el asentamiento de Alemwach”, comentó.
“Estoy feliz de haber empezado a trabajar. He olvidado la vida que tenía antes”.
Alemwach alberga ahora a más de 22.000 personas refugiadas eritreas, que reciben agua, alojamiento, servicios de salud y educación por parte de ACNUR y sus socios. Las personas más vulnerables, como Selam, también reciben apoyo psicosocial y ayuda en efectivo.
Para Selam, la nueva paz ha significado que se preocupa menos por la seguridad de su hijo y ha podido empezar un negocio gestionando una cafetería. “Doy gracias a Dios por mi hijo”, señaló. “¿Qué sería de mí si él no estuviera? Estoy feliz de haber empezado a trabajar, he olvidado la vida que tenía antes. Ahora que estoy aquí paso el tiempo trabajando y conversando con los clientes”.
Mientras tanto, en Mekelle, Mashwa se prepara para regresar a su lugar de origen, donde trabajaba como maestra antes de que estallara el conflicto. “Quiero volver a casa y reunirme con mis familiares. Estoy deseando volver a trabajar como profesora y reencontrarme con mis talentosos estudiantes a quienes daba clases antes de que empezara el conflicto”.
*Nombre cambiado por motivos de protección.