Congo: Víctimas de la explosión en Brazzaville necesitan ayuda urgente
Congo: Víctimas de la explosión en Brazzaville necesitan ayuda urgente
BRAZZAVILLE, República del Congo, 12 de marzo (ACNUR) – Chantal está desesperada en busca de refugio. Esta mujer, de 43 años, se encuentra entre las 14.000 personas que, se calcula, perdieron sus hogares y necesitan ayuda urgente, al explotar un arsenal de armas el 4 de marzo en un distrito al este de Brazzaville, la capital de la República del Congo.
"Ni siquiera me queda un trozo de lona de plástico que pueda darme algo de sombra", explica a ACNUR una madre de cinco hijos en el mercado cubierto de la ciudad de Nkombo, al tiempo que observa cómo una familia construye un refugio improvisado con una de las pocas lonas de plástico disponibles. "Llevo aquí desde el lunes, a pleno sol, y no puedo quedarme en ningún sitio de la parte cubierta del mercado; ni siquiera puedo cocinar", dice. "Esperaré a que llegue la tarde y se ponga el sol para poder hacer algo, pero es muy duro".
Tras recibir una solicitud de apoyo por parte del Gobierno, ACNUR ha comenzado a prestar ayuda a las víctimas más vulnerables de la serie de explosiones masivas, que dejaron tras de sí 200 muertos según el recuento oficial. Las personas sin hogar han estado refugiándose en el mercado de Nkombo y otros seis lugares emblemáticos. ACNUR facilitará apoyo a la gestión de dichos lugares así como al registro de desplazados.
"El registro de los desplazados internos resulta fundamental para controlar la situación y prestar asistencia", explica Paul Ndaitouroum, representante de ACNUR en Brazzaville. "También se trata de un proceso importante a la hora de determinar qué personas son las más vulnerables y proporcionarles apoyo", añade.
ACNUR ha enviado expertos para que ayuden a coordinar la gestión de los sitios en los que se encuentran viviendo los desplazados. Asimismo, la agencia para los refugiados ha distribuido artículos de primera necesidad, como lonas de plástico, esterillas, mantas, mosquiteros, jabón y utensilios de cocina, a más de 1.000 personas. Pero Ndaitouroum indica que aún es necesario mucho más.
Achille Kodo, psicólogo y encargado de bienestar social de ACNUR, señala que, probablemente, muchas personas necesitarán atención. "Es fundamental tener en cuenta el aspecto psicosocial", comenta Kodo. "Los supervivientes se encuentran traumatizados y necesitan ayuda", resalta.
En el mercado cubierto de Nkombo los puestos de venta se han convertido en camas, mientras que los pasillos se han llenado de mantas, cubos de plástico y esterillas. Las organizaciones de ayuda están utilizando las oficinas para distribuir ayuda de emergencia a unas 2.000 personas sin hogar que se encuentran en el mercado. La mayoría lo ha perdido todo en las explosiones.
Chantal recuerda el día en que su vida cambió. Viajaba en autobús de camino a la misa del domingo, "cuando oí una explosión enorme y empecé a ver humo. La gente echó a correr". Señala que los taxis transportaban a los heridos desde el barrio capitalino de Mpila, donde un incendio en una base militar había ocasionado las explosiones.
"Volví a casa a recoger a mis hijos. Nuestra parcela estaba destruida y el techo de la casa se había derrumbado. Me llevé a mis hijos y escapamos", explica, añadiendo: "desde entonces, he vivido aquí [en el mercado de Nkombo], a la intemperie. Sólo tengo dos mantas para nosotros seis".
El mercado donde se ganaba la vida vendiendo pescado quedó completamente destruido. La escuela de sus hijos es ahora un montón de escombros y la familia tiene que depender de la ayuda que le prestan las autoridades congoleñas y las organizaciones humanitarias.
Jean-Bosco, soldado, también ha estado viviendo en el mercado de Nkombo desde las explosiones, durante las cuales murió su hija de 11 años mientras lavaba los platos en casa. "Después de la primera explosión, el techo se desplomó. Yo estaba afuera, pero mi hija estaba dentro de casa. No pudimos recuperar su cuerpo". Él y su familia, inclusive su hija enferma y su mujer discapacitada, han estado durmiendo en el suelo de cemento. "Lo estamos pasando muy mal", confiesa.
Otros desplazados se han refugiado en iglesias, estadios deportivos o frente a la Catedral del Sagrado Corazón de Brazzaville, donde se interrumpió el servicio del domingo a causa de las explosiones. Dichos lugares están saturados y carecen de letrinas o duchas. El domingo continuaba presentándose gente para registrarse, buscando recibir ayuda.
Los hospitales se hallan igualmente atestados de gente. "Nos falta equipamiento para tratar a los pacientes. Incluso hacen falta medicamentos. Desde ayer, nos hemos quedado sin compresas", señala Chantal Kunga, una enfermera de 47 años que ayuda como voluntaria curando a las víctimas.
Por Céline Schmitt, en Brazzaville