Costurera siria fideliza a sus clientes desde un campamento de refugiados
Costurera siria fideliza a sus clientes desde un campamento de refugiados
Al entrar en el luminoso taller de Amina, con coloridas muestras de tejido colgando de las paredes y estanterías bien provistas de ropas elaboradas a medida para clientes que recurren a ella hasta desde Europa, resulta fácil olvidar que este próspero negocio se encuentra en medio de un creciente campamento para personas refugiadas sirias en la región del Kurdistán iraquí.
Es posible que ahora el negocio vaya viento en popa, pero cuando Amina empezó a trabajar como costurera se trataba de una cuestión de supervivencia. La mujer de 39 años vivía con su marido y sus siete hijos en Damasco, la capital de Siria, pero su vida cambió por completo después de que empezara la guerra en 2011.
“Vivíamos una vida cómoda, teníamos de todo”, recuerda. “Cuando empezó la guerra comenzaron los bombardeos aleatorios y, con ellos, llegó una sensación de miedo e inseguridad. El trabajo de mi marido fue uno de los objetivos y él perdió la vida allí, en Damasco”.
Viuda y sin medios para mantener a sus siete hijos, Amina se trasladó inicialmente junto con la familia de su marido en Qamishly, al norte de Siria, hasta que la creciente inseguridad la llevó a unirse a su madre y sus hermanos y solicitar asilo en el vecino Iraq.
Asentada en la ciudad de Duhok, en la región del Kurdistán iraquí, y desesperadamente necesitada de ingresos, Amina se apoyó en una destreza que había aprendido de joven para solucionar su situación.
Pese a haber estudiado ciencias en la escuela, siempre tuvo una pasión por la confección. “Tras acabar el instituto, mi difunto padre me envió junto con una de nuestras parientes, que era una sastra excelente. Me enseñó todos los secretos de la costura”, dice.
Amina empezó trabajando desde casa con una máquina de coser básica, lo único que se podía permitir en un primer momento, y poco a poco se fue haciendo un nombre, consiguiendo clientes entre los habitantes de Duhok y otras personas refugiadas procedentes de Siria.
Sin embargo, pese a haber conseguido tener unos ingresos, el costo de intentar criar a sus hijos en la ciudad resultó ser demasiado elevado. Amina tomó la decisión de trasladarse con ellos al campamento de refugiados de Domiz, a unos 10 kilómetros de Duhok, donde podrían tener acceso de forma gratuita a un refugio y a servicios como atención sanitaria y educación.
“Tengo una clientela muy fiel”
En la actualidad, más de 228.000 personas refugiadas sirias viven en Iraq; se encuentran casi en su totalidad en la región del Kurdistán. Aproximadamente un 40% viven en campamentos como el de Domiz, que tiene más de 32.000 residentes, mientras que el resto vive en ciudades, pueblos y zonas rurales de la región.
Con algo de ayuda económica de su madre y sus hermanos, Amina pudo hacer frente al modesto costo que suponía arrendar un taller en el campamento para instalar su negocio, y se lanzó hacia adelante. Además de encontrar nuevos clientes dentro del campo, también mantuvo a su antigua clientela, que en ocasiones hace grandes esfuerzos por seguir contando con sus servicios.
“Tengo una clientela muy fiel en Dohuk. Siguen viniendo a mi taller”, dice. “La ropa que les gusta es diferente: les encantan los vestidos tradicionales kurdos. Los precios también son distintos a los de los clientes del campamento.
“Algunos clientes abandonaron el país y se marcharon a Europa”, añade. “Me siguen llamando a través de Internet. Me envían sus diseños y yo les preparo los atuendos. Cuando vienen de visita en verano les doy el trabajo terminado, o bien se lo mando con sus amigos”.
“Tras aprender con Amina me siento muy segura de mí misma”
Ahora está en condiciones de proporcionar a sus hijos todos los elementos básicos que necesitan, y Amina hace lo posible por ayudar a otras personas en el campamento. A menudo renuncia a sus tarifas habituales cuando hace arreglos para familias que sabe que están pasando por dificultades financieras.
Sin embargo, su aportación más importante consiste en transmitir su conocimiento a otras personas refugiadas, de modo que ellas también puedan generar sus propios ingresos.
“Aquí en el campamento hay muchas mujeres con necesidad de trabajo o de formación”, explica. “Por eso tomo aprendizas y dejo que aprendan conmigo de manera gratuita. Hasta ahora he formado a doce chicas y a dos chicos, que después han iniciado sus propios negocios”.
Además, imparte cursos de formación en grupo en un centro comunitario del campamento gestionado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Una de sus aprendizas, Shahinaz, explica que las clases la han inspirado para tratar de ganarse la vida como costurera.
“Nos enseñó a coser ropa para niños y niñas, prendas tradicionales kurdas y vestidos largos”, dice Shahinaz. “Tras aprender con Amina me siento muy segura de mí misma y voy a abrir mi propio taller y a trabajar por mi cuenta”.
“Espero que todas las personas refugiadas puedan volver a casa”
La promoción del emprendimiento y el acceso a un empleo digno y seguro son elementos clave para conseguir que las personas refugiadas sean autosuficientes. Esto permite que sus vidas sean más dignas, reduce su dependencia de las ayudas y supone una contribución económica positiva para las comunidades de acogida.
Estos y otros asuntos se van a tratar en el Foro Mundial sobre los Refugiados que se celebrará en el mes de diciembre, en el que los participantes explorarán iniciativas y nuevos modos de compartir y reforzar mejor la respuesta internacional ante situaciones de refugiados.
El Foro es un elemento clave de la implementación del Pacto Mundial sobre los Refugiados, acordado en diciembre de 2018 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este evento reunirá a gobiernos, organizaciones internacionales, autoridades locales, sector privado, miembros de las comunidades de acogida y a las propias personas refugiadas.
Amina está agradecida por la ocupación que la ha mantenido a flote y le ha permitido contribuir a las vidas de las personas que la rodean, pero sigue soñando con un futuro mejor para su familia y para las demás personas refugiadas sirias.
“Quiero seguir avanzando en mi trabajo y en mi vida. Quiero compensar a mis hijos por los tiempos difíciles que les ha tocado vivir”, dice. “Aunque aquí estamos seguros, no dejamos de ser refugiados. Espero que todas las personas refugiadas puedan volver a casa, incluso los que están en el extranjero y viven bien. Volver a casa es una sensación maravillosa”.