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De refugiada a líder: una mujer etíope se abre camino en Kenia

Historias

De refugiada a líder: una mujer etíope se abre camino en Kenia

Un refugiado etíope en Nairobi inspira a las niñas y mujeres a hablar y lograr sus sueños.
16 enero 2014
Alemnish sonríe desde el balcón de su colorida casa, un complejo de apartamentos en la zona de Ruiru, situado cerca de Nairobi. La zona acoge a cientos de refugiados etíopes.

RUIRU, Kenya, 16 de enero de 2014 (ACNUR) – En las afueras de Nairobi, Alemnish Tefera Abebe está sentada en su sala de estar. Las cortinas están echadas para bloquear el sofocante calor del mediodía . La fría oscuridad contrasta con las brillantes fundas de los cojines amarillos que adornan su sofá y sillas."Los vendo para ganarme la vida", dice Alem, madre de una niña de 13 años, Gloria.

Alem es una de los 500 refugiados procedentes de Etiopía que se han asentado en Ruiru, una ciudad dormitorio a sólo tres kilómetros de la capital de Kenia. Es al mismo tiempo una zona industrial muy concurrida y el hogar de las verdes y exuberantes plantaciones de café. Justo al lado de una carretera principal, una muchedumbre de personas levanta a su paso el polvo de un sucio camino de tierra roja. Hay puestos y tiendas coloridas, y los hombres empujan carros vendiendo pollos encerrados en jaulas.

En Ruiru, Alem es una figura bien conocida y amada."Se ha ganado la confianza de toda la comunidad", dice Ojuni Ojulu, que también forma parte del consejo de la comunidad de refugiados de Etiopía."Cuando las madres dan a luz, ella siempre está ahí, asegurándose de que lleguen al hospital. Es también una líder en la iglesia a la que asiste."

Alem es más modesta cuando habla de su papel en la vida de otros."Siempre estamos juntos", es todo lo que dice.

Esta es la vida de Alem ahora, llena de amistades y con un sentido. Pero para llegar aquí ha hecho muchos sacrificios y ha sobrevivido a muchos traumas.

En 2004, huyó con su hija de la violencia que se libraba entre su tribu, los anuak, y el ejército etíope. El enfrentamiento dejó cientos de muertos, en su mayoría mujeres y niños, en la región occidental de Gambela.

Los testigos dicen que las mujeres estaban siendo golpeadas y violadas y cientos de casas fueron quemadas hasta los cimientos. El conflicto provocó que miles de anuaks tuviesen que dejar Etiopía e irse a países vecinos como Sudán y Kenia.

Alem se enfrentó a una decisión difícil: dejar atrás todo el mundo y todo lo que ella había conocido o quedarse y afrontar el riesgo de la violencia, la violación e incluso ser asesinada. Al principio, dice, se quedó "con la esperanza de que las cosas mejorarían. Pero seguían empeorando", explica con la ayuda de un intérprete.

Cogió a su hija y escapó a Nairobi, incluso dejando atrás a su marido, que no quería acompañarlas.

Alem se sumergió en la forma de vida de su comunidad adoptiva, forjando nuevos lazos que la ayudarían a recuperar su vida."Cuando llegaba gente desde Etiopía, especialmente mujeres", dice Ojuni, "solía ofrecer su casa para que se alojaran antes de mudarse al campo de refugiados".

A medida que ella ofrecía su casa y su tiempo, sus compañeros refugiados pudieron ver su solidaridad hacia los demás. Y respondieron a ella eligiéndola para formar parte del consejo de la comunidad, formado por nueve miembros, y que se encarga de trasladar las necesidades de la comunidad etíope de Ruiru al ACNUR y otras organizaciones.

Alem es la representante tanto para temas de financiación como de género. "Me reúno con los demás hasta tres veces por semana, escucho sus inquietudes y vemos las posibles soluciones", dice."Me encantan las mujeres y siempre voy a luchar por ellas, para garantizar que reciban los servicios que merecen".

Sus contribuciones son aplaudidas por ACNUR."Las mujeres líderes como Alem hacen que uno se sienta más humilde cuando entiendes lo mucho que invierte como voluntaria de la comunidad", dice Joanina Karugaba, asesor regional de ACNUR para las mujeres y los niños en el Centro Regional de Apoyo en Nairobi."Apoyando a estas mujeres añadimos valor a las comunidades de refugiados que son capaces de llegar a los más necesitados. ACNUR y las ONGs tienen que invertir en las mujeres para garantizar que desarrollen todo su potencial para contribuir a la familia y la sociedad".

Alem quiere ver a muchachas más jóvenes, sobre todo a su hija, seguir su ejemplo. Por eso hace hincapié en la importancia de la educación como la clave del éxito para la vida. "Mi fuerza está en la esperanza de que mi hija sea alguien en el futuro gracias a la educación", dice Alem. "Ésa es la fuerza motriz que tengo dentro de mí".

Por Shirley Camia en Ruiru, Kenya