Dos mujeres, una misma lucha
Dos mujeres, una misma lucha
BUENOS AIRES, Argentina, 9 de septiembre de 2016 (ACNUR) – Sonia y Patricia tienen más de un rasgo en común. Ambas son mujeres, madres, luchadoras, y refugiadas porque debieron escapar de sus países a causa de la violencia.
Colombia es uno de los países con mayor cantidad de desplazados internos del mundo: a finales de 2015 se calculaba que casi 7 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares por razones de seguridad. Sonia y su marido crecieron en un contexto marcado por la violencia, en medio de un conflicto armado interno que ha devastado el país por más de 50 años. Por eso, y para que sus hijos no crezcan en ese contexto inseguro, ellos debieron dejar todo atrás para comenzar una nueva vida en un nuevo país.
Al igual que otras 1800 personas, Sonia y su familia viajaron a Perú en busca de nuevos horizontes. Al llegar, lo que más le sorprendió a la joven fue la tranquilidad: "Me sentía como de paseo por un pueblito", recuerda. Dice haber tenido mucha suerte, ya que desde el primer día que puso un pie en Perú se encontró con gente que la ayudó para poder acomodarse a su nueva ciudad. Al preguntarle por lo que más extraña de su país contesta sin vacilar: "La comida y a mi papi, por supuesto".
Sonia trabaja vendiendo pan en la calle, pero sueña con conseguir un trabajo como promotora de salud para poder ejercer su pasión por ayudar a otros. "Sería una manera de devolverle a la sociedad toda la ayuda que recibimos, todo lo que nos dieron."
La guerra civil en Colombia, ha costado la vida a por lo menos 220,000 personas en cinco décadas y ha generado 340,000 refugiados colombianos en el extranjero sobre todo en los países vecinos. Pero el reciente acuerdo de cese al fuego entre el Gobierno y el grupo rebelde más grande, las FARC, constituyó un paso crucial para construir una paz duradera en la región.
Por otro lado, luego de haber sido secuestrada y torturada por su activismo en derechos humanos de los indígenas, Patricia decidió dejar atrás su México natal y a toda su familia y atravesó todo el continente por tierra con un único objetivo: salvarse. "Me quedaba un rayito de luz, una esperanza de llegar hasta Uruguay, a un lugar seguro", comentó emocionada.
Gracias a la cooperación internacional y el trabajo de organizaciones como ACNUR, Patricia tuvo la oportunidad de recomenzar su vida. "Me habían dicho que Uruguay era el país más tranquilo de todo Latinoamérica, era un país en el que había futuro, un país en el que la gente era muy amable en todos los aspectos, y no se equivocaron", dice Patricia.
Al igual que Sonia, Patricia también tiene una fuerte vocación por la ayuda a otros. Por eso disfruta de su trabajo como cuidadora nocturna de pacientes, que además de que la ayudó salir adelante, le permite poner en práctica sus conocimientos profesionales como trabajadora social.
Patricia disfruta mucho de la cultura uruguaya, dice haberse enviciado con el mate, infusión típica de Uruguay y Argentina hecha con hojas de yerba mate, y disfrutar mucho del candombe: "Es imposible no darse cuenta que acá está plagado de candombe de carnaval, la cultura afro uruguaya está bien marcada acá y me encanta".
Durante el día continúa su activismo en favor de los derechos humanos de pueblos originarios asesorando a distintas comunidades indígenas en lucha por toda Latinoamérica a través de las redes sociales. Además, Patricia es parte de la Asamblea de Migrantes Indígenas en Uruguay, un grupo que conformaron migrantes indígenas de distintos países de Latinoamérica con el objetivo de dar a conocer su cultura.
Las historias de estas mujeres son únicas, pero también se repiten con una frecuencia dramática: según el informe de ACNUR "Tendencias Globales", 24 personas por minuto fueron desplazadas de sus hogares durante 2015, conformando un total de 65,3 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo. En estos tiempos de crisis de refugiados se vuelve más importante que nunca que los países del mundo refuercen sus compromisos humanitarios para con la protección de las personas refugiadas, desplazadas y apátridas e impulse la búsqueda de soluciones duraderas que les permitan vivir dignamente.
Por Jazmín Bergel Varela y Magui Masseroni
Agradecimientos: Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana (SEDHU), Encuentros, agencias implementadoras del ACNUR en Uruguay y Perú respectivamente.