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El ACNUR ayuda a los refugiados sudaneses en el oeste de Etiopía

Historias

El ACNUR ayuda a los refugiados sudaneses en el oeste de Etiopía

Beyond the sheer logistics of establishing camps and transit centres and providing shelter and basic aid, there are other major challenges. [for translation]
11 October 2011
Mujeres sudanesas que huyen de su país llegan al lado etiope de Kurmuk.

KURMUK, Etiopía, 11 de octubre (ACNUR) – Gisman Usman dormía cuando llegó el bombardero Antonov. No escuchó su zumbido, ni cuando empezó a sobrevolar en círculo su pueblo en Sudán. Así, cuando la joven de 20 años se despertó por el estallido de una bomba que arrasó con la parte de atrás de su casa sólo pensó en huir, pero no podía moverse. En ese instante su pierna izquierda se había vuelto nada.

Su abuela murió en la explosión. Su madre, Soria Ibrahim, de 40 años, paró un carro para llevar a Gisman al hospital más cercano y donó su sangre para una transfusión, antes que un cirujano realizara la amputación.

El bombardeo continuaba y después de la operación decidieron que era demasiado peligroso quedarse en la zona. Entonces se encaminaron en carreta hacia Etiopía, vía Kurmuk, ciudad es atravesada por un río que marca la frontera entre Sudán y Etiopía.

Desde principios de septiembre, varios enfrentamientos entre el ejército de Sudán y fuerzas rebeldes del Estado de Nilo Azul han obligado a unos 50.000 civiles a huir de sus casas y más de 27.000 han cruzado a Etiopía en Kurmuk, Geissan y otros puestos de frontera.

La agencia de la ONU para los refugiados ha acomodado a unas 5.500 personas recién llegadas de Sudán en el campamento de Sherkole, a 50 km de la frontera. El ACNUR, apoyando al gobierno de Etiopía, está proporcionando comidas calientes, agua y saneamiento, a medida que organiza el traslado de los refugiados a zonas más seguras. Sin embargo, la mayoría de ellos sigue permaneciendo cerca de la frontera, con la esperanza de volver a su casa en breve.

El desafío para el ACNUR es enorme. El gobierno de Etiopía ha individuado nuevos sitios para los campamentos en las localidades de Tongo, Bambasi y Gure, cada uno con una capacidad para 10.000 refugiados, una vez completados.

Hay que limpiar el terreno para construir los nuevos asentamientos e instalar las letrinas, los puestos de abastecimiento de agua y de salud. El ACNUR también instituirá un centro de tránsito cerca de Adimazin, para los refugiados que se dirigen hacia los campamentos.

"La buena noticia es que el gobierno de Etiopía ha abierto las puertas y deja entrar a la gente", dijo Moses Okello, representante del ACNUR en el país. "Hay una gran disponibilidad de su parte para ayudar a los refugiados".

Además de las dificultades logísticas para establecer los campamentos y centros de tránsito y proporcionar alojamiento y artículos de primera necesidad, existen otros desafíos significativos. Convencer a las personas que esperan cerca de la frontera de trasladarse a zonas más seguras no es tarea fácil. Los desplazados están preocupados por sus hogares y quienes se han quedado allá.

El ACNUR quiere establecer los campamentos por lo menos a unos 50 km de la frontera para garantizar la seguridad de los refugiados frente a los combates continuos en la zona de frontera, que incluyen a los ataques aéreos. Pero muchos de ellos temen que la agencia para los refugiados los envíe a localidades a cientos de millas de sus casas.

El nuevo campamento de Tongo, que empezó a funcionar la semana pasada, está a más de 200 km de Kurmuk, el puesto de frontera más transitado.

"Son personas que todavía están traumatizadas", dijo Richard Ewila, jefe de la oficina del ACNUR en la vecina Assosa. "No saben qué los espera en el futuro próximo. Necesitamos intervenir para que sepan que no están solos y los podemos ayudar".

Visitando a los refugiados en el lado etiope de la frontera, Okello vio personalmente los bombarderos Antonov atacar sus objetivos en el lado sudanés. Mientras fue claro sobre la importancia de asegurar que los refugiados sean trasladados lejos de las zonas de peligro, también insistió en que las personas en la frontera sean tratadas con dignidad y respeto.

Durante una visita preliminar el mes pasado, la zona donde estaban llegando los solicitantes de asilo estaba llena de lodo después de dos días de lluvia. Se habían instalado 20 letrinas prefabricadas pero no funcionaban y se notaban desechos humanos en todo lado. Ya había llegado un tanque para el agua, pero necesitaba ser llenado. Si la situación seguía así la zona podía convertirse en un criadero de enfermedades. Okello estaba muy molesto. Sabía que es imperativo que todas las zonas donde se congregan los refugiados deben ser mantenidas lo más limpias posible para evitar que se difundan enfermedades y conservar un nivel de vida digno.

"Tienen que limpiar aquí", les dijo hablando despacio pero en tono firme a los que trabajaban en el lugar. "No me iré hasta que todo esté limpio". La reprimenda tuvo efecto y un grupo de trabajadores llegó en seguida llevando unas carretillas de tierra seca para cubrir el lodo. La situación ha mejorado mucho desde aquella visita.

Hoy, los refugiados recién llegados al centro de tránsito de Sherkole están llenos de curiosidad y esperanza. Lucia Hassan ha terminado el proceso de registro con ACNUR y una sonrisa se dibuja en su cara mientras tiene en sus brazos a su hijo de 9 años, Paul.

Recuerda huir con él cuando un Antonov sobrevolaba el lado sudanés de Kurmuk. Lucia temía que si miraba hacia el avión el piloto le podía disparar.

Después del ataque ella y su familia huyeron a Etiopía, donde les aguarda un futuro incierto. "No se si será bueno o malo, por que sólo me vine", dijo. "Pero aquí [en el campamento de Sherkole] y ahora de alguna forma me siento bien. No hay bombas y esto es un alivio".

Allá cerca, entre las 75 carpas montadas en una cancha de fútbol, la gente está empezando a dar los primeros pasos hacia una vida relativamente normal, como lo demuestra una reunión improvisada para tomar café todos juntos, con las familias sentadas en el piso y los niños jugando cerca.

"Quisiera estar en mi casa, pero aquí estoy más feliz [que en la frontera]", dijo Titus Abdel Bagi, de 25 años, que llegó el mes pasado. "Aquí tenemos comida y alojamiento, en la frontera hay conflicto y muchos problemas".

Por Greg Beals en Kurmuk, Etiopía