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Los jóvenes refugiados sirios aprenden a cultivar sus alimentos

Historias

Los jóvenes refugiados sirios aprenden a cultivar sus alimentos

Abdallah ha tenido los "dedos verdes" desde que era un niño en Siria, donde su abuelo le enseñó a plantar flores y hortalizas.
12 enero 2015
Abdallah, de 17 años, enseña a una niña refugiada a plantar semillas en un taller de jardinería en el centro comunitario de Mazboud, en el Líbano. Abdallah aprendió cómo cultivar flores y vegetales de manos de su abuelo cuando vivían en paz en Siria.

MAZBOUD, Líbano, 12 de enero de 2014 (ACNUR) – Abdallah, de 17 años, ha tenido los "dedos verdes" desde que era un niño en Siria, donde su abuelo le enseñó a plantar flores y hortalizas.

Hoy este refugiado está trasladando sus conocimientos a otros jóvenes sirios en un centro comunitario situado en las tierras altas del vecino Líbano, donde encontró refugio con su familia después de huir de los combates que han arrasado su país de origen. Entre los alumnos de Abdallah también hay jóvenes de la comunidad local.

"Tienes que excavar un pequeño hoyo en la tierra y poner las semillas ahí", le dice Abdallah a uno de los niños. "Después cubres el hoyo con tierra para protegerlas y que puedan crecer" añade mientras le enseña cómo hacerlo.

Es una lección muy valiosa sobre cómo ser autosuficientes en un país donde los refugiados tienen que depender tanto de su propia iniciativa. Los hijos de los cultivadores y otras personas que acuden al centro situado en el pueblo de Mazboud, en el Monte Líbano, se comerán después las hortalizas que ha plantado.Abdallah también enseña a los más jóvenes cómo reciclar botellas vacías y otra basura para convertirlas en objetos útiles en el jardín del centro comunitario, uno de los 14 puestos en marcha en el Líbano por ACNUR -con apoyo del gobierno de Reino Unido- para ayudar a los refugiados sirios y las comunidades locales vulnerables.

El invierno ha caído en la zona del Monte Líbano, pero cuando el tiempo mejora el tranquilo jardín del centro comunitario también es un lugar donde los niños juegan o reciben asesoramiento para sus traumas. Es un lugar donde además encuentran nuevos amigos y desarrollan nuevos intereses. Los adultos vienen para aprender inglés o mejorar su árabe y la gente también puede enseñar nuevas habilidades que les ayuden a ser autosuficientes, como por ejemplo agricultura, costura, peluquería o cocina.

A Abdallah, el mayor de cuatro hermanos, le recuerda los tiempos más felices que pasaba en Damasco, dos años antes de que su familia tuviera que huir a Líbano, cuando la situación en la capital siria se volvió demasiado peligrosa. Él echa de menos a sus amigos.

Su madre, profesora de Historia, no ha podido encontrar trabajo en el Líbano, pero su padre, carpintero, gana lo suficiente para cubrir las necesidades básicas de la familia. Después de llegar a Líbano, Abdallah dice que está agradecido por estar a salvo pero que se siente deprimido.

Quería hacer una contribución positiva a la comunidad y ayudar a mejorar la percepción que algunos libaneses tenían de los refugiados sirios, así que se ofreció como voluntario para trabajar en el jardín de la comunidad. Su madre dice que esto ha tenido un efecto terapeútico en Abdallah, que se ha vuelto a ser un poco más el que era antes.

Firas, un trabajador social contratado por Intersos, la ONG italiana que gestiona el centro para ACNUR, le convenció para que lo hiciera. "Firas es mi amigo" dice Abdallah del hombre que le animó a participar en actividades y que le ayudó a superar su situación, a dar un paso adelante y a desarrollar nuevas pasiones y talentos.

El centro comunitario de Mazboud ha ayudado a muchos otros, como a Hassiba, que es libanesa pero que había pasado la mitad de su vida en Siria antes de tener que huir y alquilar un apartamento en la zona. "Aunque he perdido todo este centro nos hace ver las cosas buenas de la vida de nuevo. Este lugar da paz a la gente" dice.

El centro de Mazboud, y otros que hay en el país apoyados por el gobierno británico, también ofrece a la gente información importante sobre los servicios locales, incluyendo atención sanitaria y cuidados a menores, aparte de ayudar a las personas a mejorar sus habilidades y capacidades para ganarse la vida.

Los trabajadores sociales dan asesoramiento y apoyo psicosocial y todos los centros están abiertos para los refugiados y los miembros de la comunidad de acogida.

Mientras tanto, en el jardín, la cara de Abdallah se ilumina cuando ve las viejas botellas de agua que los niños han convertido en maceteros y que ahora cuelgan de un árbol. Sus alumnos aprenden rápido cómo reciclar y proteger el medio ambiente. Él se mueve despacio entre los niños para comprobar el trabajo de cada uno. Enseñarles le da confianza, satisfacción y esperanza.

Un trabajador de ACNUR elogia su creatividad y Abdallah responde: "Oh, esto no es nada. Puedo hacer mucho más".

Por Karolin Eberle y Rafaella Vicentini en Mazboud, Líbano