Tribunales itinerantes ofrecen esperanza a una refugiada somalí en su lucha por obtener justicia
Tribunales itinerantes ofrecen esperanza a una refugiada somalí en su lucha por obtener justicia
NAKIVALE, Uganda, 29 de octubre (ACNUR) – El año pasado, el hijo de siete años de Beydan* fue violado por tres chicos adolescentes en su escuela en un campo de refugiados del sur-oeste de Uganda. La cultura somalí de Beydan le exigía soportar su pena en soledad y con dignidad: los delitos de este tipo deben resolverse por los sistemas tradicionales e internos.
Pero esta valiente madre soltera no estaba dispuesta a hacerlo, quería que los culpables recibieran su justo castigo para no tener que volver a preocuparse cuando mandara a sus hijos a la escuela. Decidió denunciar el caso a la policía y ahora se encuentra a la espera de juicio ante la próxima sesión del tribunal itinerante en el campo de refugiados de Nakivale.
En mayo, ACNUR lanzó el primer programa de tribunales itinerantes para refugiados y ciudadanos ugandeses que viven en este campo o en sus alrededores como forma, sobretodo, de solucionar el problema de la larga espera que los refugiados deben afrontar antes de que sus casos lleguen a los tribunales, y para promover la denuncia de determinados delitos, tales como la violación, la agresión sexual o la violencia doméstica.
Esta es solo una de entre varias iniciativas parecidas que ACNUR lleva a cabo en todo el mundo. Un programa similar ha tenido mucho éxito en los campos de Kakuma y Dadaab, en Kenia.
Pero no resulta fácil cambiar la mentalidad de la gente sobre los métodos tradicionales de resolución de conflictos. Beydan lo ha vivido en carne propia. Desde que denunció el ataque contra su hijo, ha recibido amenazas e intimidaciones por parte de somalíes que viven en Nakivale y que creen que el caso debería resolverse de manera interna y no quieren una resolución pública para un delito privado.
Pero Baydan ya ha sobrevivido a la pérdida de su esposo y a la guerra en Somalia y no se va a rendir sin luchar – el tribunal le ofrece esperanza. A través de un amigo que tiene en la capital de Uganda, Kampala, y que le hace de traductor por teléfono, Beydan acude casi diariamente a la policía para hacer el seguimiento del caso de su hijo y dice que no hay amenazas en el mundo que puedan hacerle desistir de su búsqueda de justicia.
A pesar de estos desafíos y prejuicios, fuertemente enraizados en las tradiciones, el personal de ACNUR y los refugiados de Nakivale empiezan a percibir algunos cambios positivos como resultado de los tribunales itinerantes. Simon* trabaja como intérprete de los refugiados ante los tribunales y dice que ve un cambio en la actitud de la gente ante los hechos delictivos y las denuncias desde que se pusieron en marcha los tribunales.
"Muchas personas denunciarán sus casos ahora, sobretodo si ya tienen muchos testigos", dice Simon. Para refugiados como él, que proviene de una zona rural y aislada de la República Democrática del Congo (RDC), esta es la primera vez que han visto un tribunal de este tipo. "En el Congo todo el mundo tiene miedo, pero aquí en Uganda hay justicia. En la RDC, no la puedes obtener", afirma.
Justin*, que declaró como testigo en uno de los juicios celebrados aquí, cree que los tribunales itinerantes están sirviendo de ejemplo de justicia y de rendición de cuentas. "El tribunal es como un fuego, la gente será consciente de que cuando cometan un error, serán castigados, y creo que el número de casos se reducirá", dice Justin.
El proyecto piloto se lleva a cabo en colaboración con el gobierno ugandés y es gratuito para los refugiados, que son representados sin ningún coste para ellos, por abogados asignados por el gobierno. Desde el mes de mayo, se han celebrado dos sesiones separadas en Nakivale presididas por magistrados en un centro de formación profesional con una duración de entre 5 y quince días.
Se han juzgado un total de 45 casos, incluidos casos de asesinato, robo, pedofilia, robo de ganado y negligencia. Los tribunales funcionan siguiendo el sistema judicial ugandés. Anteriormente, los casos se juzgaban de manera esporádica en un tribunal en Kabingo, a 50 kilómetros de distancia.
Philip Odoki, presidente del tribunal de la vecina ciudad de Mbarara, presidió el primer juicio en Nakivale. Lleva muchos años abogando por el acceso universal a la justicia en Uganda. Dice que no es un problema solo de los refugiados, sino también de los ugandeses. Los retos a los que se enfrenta el sistema judicial incluyen la falta de financiación, de capacidad y de personal cualificado, y esto significa que muchos ugandeses también tiene que esperar mucho tiempo hasta que sus casos son llevados ante un magistrado o un juez.
Por esta razón, Odoki se mostraba feliz de formar parte de esta iniciativa de ACNUR. Subrayó que "El tribunal itinerante es una idea maravillosa: ayuda a llevar la justicia a la gente, reduciendo sus gastos en transporte y envía un mensaje a futuros delincuentes o a las víctimas cuando ven que estas cosas pasan cerca de ellos."
Para Odoki, es indiferente si el delincuente es un refugiado o un ciudadano ugandés, todos merecen un trato justo y un juicio rápido. El magistrado manifestó que "los delitos de los refugiados y de los ugandeses son iguales . . . si alguien quiere matar, matará."
Si esta iniciativa tiene éxito en Nakivale, ACNUR planea extenderla a otros campos de refugiados en Uganda. Mientras tanto, Beydan es feliz al ver que el engranaje de la justicia funciona y tiene la esperanza de que el tribunal itinerante aporte paz de espíritu para ella y para su hijo.
*Se han cambiado los nombres por razones de seguridad.
Por Lucy Beck, Nakivale, Uganda
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.