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Huyó por discriminación y encontró paz en Argentina

Historias

Huyó por discriminación y encontró paz en Argentina

Desde los 10 años de edad, Daniela* supo que no era niño, sino niña, pero tardaría casi una década en realizar su transformación física.
17 May 2019
En Buenos Aires se sienta segura, tranquila y le gusta pasear por la ciudad.

Fue un camino muy largo, que Daniela recorrió a duras penas. Por eso, cuando la situación en su país natal, Venezuela, se puso muy difícil —no solo por la escasez de comida pero por la transfobia, la homofobia— Daniela sabía que tenía que irse. Pero tenía muy claro que su prioridad era buscar asilo en un país que respetara sus derechos como una mujer trans.


“Me arriesgué para buscar mi futuro. Era eso o quedarme allí y esperar lo peor”, relata Daniela, de 26 años. “Argentina era el país más cercano que tenía leyes como la ley de identidad de género, leyes más inclusivas”.

En 2017, hizo sus valijas y, usando los ahorros que le quedaban, además de un préstamo de su familia, consiguió comprar un pasaje aéreo a Buenos Aires. Dos meses después de haber pisado suelo argentino, Daniela solicitó la condición de refugiada. Ella es una de 64 solicitantes de asilo LGBTI, de varias nacionalidades, en Argentina.

“Sé que si me pasa algo, acá hay leyes y se respeta mi identidad”

“Sé que si me pasa algo, acá hay leyes y se respeta mi identidad”, dice. “Aquí tengo las puertas abiertas y mi vida no corre peligro como allá”.

Daniela comenzó el proceso de asumir su identidad como una mujer trans a los 14 años, tomando un tratamiento hormonal a escondidas de su familia. Pero poco a poco, ellos iban notando los cambios físicos. “Al principio les costó porque no se acostumbraban”, dice, añadiendo que toda la familia terminó por aceptar su identidad de género, aunque a su papá, le costó bastante.

Sin embargo, la escuela fue otra historia: Sufrió tanto sufrió bullying y mal trato en el colegio que dejó de ir poco después de comenzar los tratamientos hormonales. Durante años, se aisló en casa, en un estado depresivo. Fue solo cuando, a los 19 años, su padre le consiguió un trabajo en una juguetería que su vida recomenzó.

Uno de los sueños de Daniela es ser directora de cine.

Su empleadora la alentó a que asumiera plenamente su identidad de género: El primer día de trabajo estaba a prueba, y al finalizar la jornada la dueña del local le dijo que solo le daría el empleo si empezara a vestirse con ropa de mujer. Esa misma tarde, cuando regresó a su casa, Daniela le contó lo sucedido a su madre y fueron juntas a comprar ropa. A medida que pasó el tiempo Daniela fue tomando más seguridad y dejando atrás el miedo y rechazo.

Sin embargo, a medida que pasaron los años la situación social y económica en Venezuela se fue complicando cada vez más —particularmente para la comunidad LGBTI— y Daniela se armó de valor para marcharse.

Al llegar a Buenos Aires, Daniela buscó apoyo, entrando en contacto con ADRA, la agencia socia de ACNUR en Argentina unas dos semanas después de su llegada al país. 

“En ADRA además de brindarme la asistencia humanitaria, estuvieron conmigo al 100% y hasta hoy en día me escriben, me preguntan cómo estoy, cómo me va en el trabajo”, destaca. También participó de una capacitación brindada por el Banco Ciudad donde se aclaraban conceptos y se permitía realizar una apertura de cuenta bancaria. Para Daniela, ese tipo de ayuda resultó fundamental para poder establecerse en su nuevo país. 

“Aquí tengo las puertas abiertas y mi vida no corre peligro como allá”

Durante una actividad de integración organizada por ADRA y ACNUR conoció a otras personas solicitantes de asilo y refugiadas del colectivo LGBTI y pudo intercambiar experiencias. “Me pareció interesante y me sirvió de aprendizaje”, describe. “A veces uno cree que lo que te sucede es solo a ti pero cuando lo compartes con otras personas que también les pasa algo similar. Ahí te das cuenta de que es algo colectivo, independiente del país donde estemos”.

Daniela también reanudó sus estudios, en el Bachillerato Popular Mocha Celis, un espacio educativo inclusivo y no excluyente, con Orientación en Diversidad de Género, Sexual y Cultural. No tardó en hacerse un grupo de amigos y consiguió un trabajo realizando tareas administrativas en una empresa de informática que le gusta mucho. “Mi empleo lo adopté y me encanta porque es algo nuevo, aprendí cosas de las que no tenía idea. Al principio tenía miedo porque no sabía cómo se hacían ciertas cosas pero hoy en día ya las hago y las tengo incorporadas”, cuenta.

Le falta un año para finalizar sus estudios secundarios, pero Daniela ya sabe lo que le gustaría hacer después: Estudiar producción audiovisual en la facultad. “Sueño en un futuro con hacer películas”, confiesa Daniela, una consumidora voraz de las series de televisión, especialmente las de terror y misterio.

*Nombre modificado por razones de protección.