Mujeres refugiadas comparten sus experiencias de integración en México

CIUDAD DE MÉXICO, 25 de marzo de 2014 (ACNUR) – Durante marzo, mes de conmemoración por el Día Internacional de la Mujer, Casa Refugiados, socio implementador del ACNUR, con el apoyo de distintas organizaciones civiles, organizó un encuentro con mujeres refugiadas de corta, mediana y larga estancia, quienes compartieron sus historias de cómo ha sido para ellas el proceso de integración a la sociedad mexicana.

Elra llegó a México procedente de Venezuela desde hace poco más de un año. A diferencia de la mayoría de los refugiados que hoy día llegan a México, procedentes de Centroamérica, su llegada no fue complicada pues viajó en avión con su hija de seis años. En cuanto llegó, acudió a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) para empezar su proceso de solicitud de asilo y al mes recibió la condición de refugiada. Sin embargo, desde el inicio le fue muy difícil encontrar trabajo. Eventualmente, comenzó a trabajar en una cafetería pero después de un mes cerró, y pasó siete meses buscando trabajo. Luego de muchos intentos, finalmente encontró una fuente de empleo.

"Aunque hablamos el mismo idioma, no son las mismas normas de moverse en la sociedad", recuerda Elra.

Lo más difícil para Elra ha sido lidiar con las preguntas sobre las razones por las que se vino de Venezuela a México. Como muchos otros refugiados, a Elra no le gusta ser etiquetada como "refugiada" y muchas veces alude la situación económica de su país como razón de su estancia en México, para evitar compartir con desconocidos la experiencia dolorosa que la obligó a abandonar su patria. La discriminación por origen nacional es una situación que Elra denuncia. En una entrevista de trabajo, cuando Elra explicó que era venezolana, la persona de recursos humanos cambió su actitud y le respondió que no contrataban personal extranjero. Cuando Elra le expresó lo difícil que resulta para un extranjero conseguir trabajo en México, recibió una dura respuesta "¿Y por qué no te regresas a tu país?".

Para Nanda, la hija de Elra también fue difícil integrarse a la escuela. "Se burlaban de ella mucho, por su acento", recuerda Elra con dolor. Cuando le preguntan por qué hablan diferente o de dónde son, Elra a veces responde "De Acapulco" (una ciudad costera de México). "La sociedad mexicana es discriminatoria. Pero ya como individuos es diferente porque hay más contacto", dice Elra recordando la amabilidad de su vecinos. La integración local a la sociedad mexicana no ha sido nada fácil para Elra y su hija. "Estamos en un proceso de adaptación". Pero asegura que con constancia y con trabajo, así como con el apoyo de diferentes organizaciones de la sociedad civil han podido salir adelante.

Su hija Nanda es el motor que la mantiene a flote. "Ella es lo que me sostiene. Cuando la veo digo: no puedo llorar; sonríe, que sí se puede".

La experiencia de Elra, no es la excepción. Muchas refugiadas han enfrentado los mismos retos al dejar su país de origen e intentar adaptarse a una nueva sociedad que puede discriminar a la población refugiada ya sea por falta de sensibilización o por falta de información acerca de lo que significa ser una persona refugiada.

"La organización de encuentros con población refugiada como éste contribuyen a dar difusión y promover la concientización de la sociedad mexicana sobre la situación de las personas refugiadas, y así generar empatía hacia las mujeres refugiadas como Elra, que vienen huyendo de la violencia de género en su país, para evitar que sufran discriminación y encuentren mejores oportunidades para su integración en México", concluyó José Luis Loera, Coordinador de Casa Refugiados.

Por Elena Soto y Mariana Echandi en la Ciudad de México