Refugiados sirios retribuyen al país que les dio esperanza
Refugiados sirios retribuyen al país que les dio esperanza
BUDAPEST, Hungría, 11 de diciembre de 2014 (ACNUR) – En su modesto apartamento de la capital húngara, los refugiados sirios Yasser y Abeer esperan poder demostrar un día su agradecimiento al país en el que acaban de asentarse inaugurando un salón de belleza.
Por el momento viven en medio de tijeras, cepillos, secadores y otros instrumentos del oficio que Yasser adquirió al llegar a Hungría, y planean abrir el negocio para trabajar juntos.
Mientras tanto, Yasser trata de devolver algo de la generosidad recibida cortándoles el pelo gratis a las personas de pocos recursos. "Es lo mínimo que puedo hacer", dice. "Hungría nos cobijó y le estoy muy agradecido. Es un país pobre que no duda en ayudar a los refugiados".
La semana pasada tuvo cuatro 'clientes' del barrio. Pero para Yasser no se trata de una simple devolución, es una especie de ritual que lo reconcilia con sí mismo, convencido de que "la vida es mucho más sencilla si nos ayudamos mutuamente".
Es forma de una sabiduría que ha alcanzado a costa de sacrificio. En Siria era representante de productos farmacéuticos y cuando en marzo de 2011 estalló la crisis, vivía en Damasco con su esposa y sus dos hijas. En poco tiempo la violencia acabó con su mundo: varios vecinos murieron acribillados en la calle y él mismo fue herido en un brazo por una granada mientras trataba de ayudar a los demás.
Cuando la situación de su familia se hizo insoportable, Yasser decidió abandonar el país. Fue el primero en emigrar a Europa y reparó en un centro de acogida para solicitantes de asilo gestionado por el gobierno húngaro. La estructura era austera pero lo hacía sentirse seguro. Yasser se puso inmediatamente a cultivar la huerta y construyó un jardín de piedra en el que escribió agradecido la palabra 'Hungría'.
Una vez reconocido como refugiado, comenzó los trámites para poder reunirse con su familia con la ayuda del Comité Helsinki húngaro, una ONG local socia de ACNUR. Diez meses después de salir de Siria recibió por fin el llamado telefónico de Zoltan Somogyvari, funcionario del Comité, que le comunicaba la llegada de su esposa y sus hijas.
"Cuando Zoltan me dio la noticia" recuerda Yasser, "no paraba de darle las gracias". Somogyvari reconoce que el éxito del trámite fue más bien excepcional. "Normalmente tardan mucho más tiempo y no siempre terminan bien", admite.
Según el Comité, cada año las solicitudes de reunificación son entre 60 y 80 en Hungría y varios miles en el resto de Europa. Muchas no tienen éxito. Un nuevo informe sobre refugiados y exiliados redactado por el Consejo de Europa y la Oficina de la Cruz Roja para la UE reconoce que a la hora de la reunificación familiar, en la Unión Europea los refugiados deben hacer frente a un exceso de burocracia.
Muchas veces el hecho de que las familias se separan en medio de un combate o una fuga compromete gravemente tanto el bienestar de los miembros como las posibilidades de rehacerse una vida. ACNUR cree que los trámites para la reunificación deberían respetar el derecho de los refugiados a la unidad familiar, uno de los principios básicos de la legislación europea en materia de derechos humanos.
Para Abeer y las niñas los diez meses de separación fueron particularmente difíciles: "Vivíamos en una ciudad destruida, tuve que vender todo para poder comer", recuerda. Yasser está preocupado por su madre y sus hermanos, quienes siguen en Siria porque hace poco el Gobierno húngaro ha rechazado la solicitud de reunificación.
Yasser tiene pensado apelar. Se considera afortunado y está trabajando duro para volver a empezar. Mientras Ruaa (6) y Yara (7) van a la escuela, él afina sus habilidades profesionales pensando en abrir la peluquería. "A partir de ahora haremos todo juntos", dice Abeer.
Los desafíos no han terminado del todo: las niñas conservan el trauma de la guerra y por el momento la familia vive con algunos ahorros y con la ayuda financiera que recibe del gobierno húngaro y de amigos. Pero Yasser no se da por vencido: "Cuando abramos nuestro salón de belleza ya no necesitaremos ayuda de nadie".
Balint Linder desde Budapest, Hungría