Viuda nigeriana abre las puertas a refugiadas camerunesas
Viuda nigeriana abre las puertas a refugiadas camerunesas
Cuando la inseguridad en la inestable región occidental de Camerún forzó a Susan Agbo a abandonar su hogar, no sabía lo que le deparaba el camino. Solo sabía que necesitaba llevar a sus ocho nietos a un lugar más seguro. Y este lugar seguro lo encontró en Nigeria.
“Cuando llegué a Nigeria no tenía dónde quedarme”, cuenta Susan, que huyó de Camerún hace cerca de dos años.
Luchó contra la falta de hogar durante meses y dependía de la buena fe de la comunidad local nigeriana para encontrar cobijo.
“Me quedaba con alguien unas pocas semanas aquí y allá, después me iba a otro sitio y me quedaba un mes”, explica la sexagenaria Susan.
El aumento de la violencia en Camerún ha desplazado a cientos de miles de personas dentro de las fronteras del país y ha forzado a unos 37.000 más como Susan a buscar la seguridad en Nigeria.
“Vi que había huido y que no tenía dónde quedarse”.
El movimiento constante de un sitio para otro con sus nietos a cuestas resultaba agotador para la abuela enferma, que ansiaba encontrar una solución duradera a su situación.
Lucia Ikuru, que vive cerca de las Cataratas Agbokim en la frontera con Camerún, se apiadó de las dificultades de Susan y le ofreció cobijo sin pensarlo dos veces.
“Vi que había huido y que no tenía dónde quedarse”, cuenta la viuda nigeriana de 77 años. “Le di una casa y le dije que se quedara en ella”.
Lucía tiene un gran complejo con varios espacios que ha convertido en albergues para otros refugiados cameruneses como Susan.
“Intento ayudarlos y darles lo poco que tengo”, añade Lucia.
Susan está agradecida por el albergue, el consuelo y la amistad que ha encontrado aquí, y está especialmente agradecida por la comida que Lucia prepara para sus nietos.
“Cuando cocina alimenta a mis nietos y ellos comen. Me hace feliz”, dice Susan, que añade que no tiene medios para mantenerlos por sí sola.
Nos explica que, como consecuencia del conflicto, desconoce los paraderos de los padres de los niños, lo cual supone una fuente constante de preocupación para ella.
“No sé dónde están desde que huyeron, así que ahora los niños están aquí conmigo”, dice.
Para no estar siempre dándole vueltas a sus preocupaciones, habla mucho con Lucia: se sienta con ella en el patio y talla cepillos de dientes y palillos a partir de palos de madera para después venderlos en el mercado local.
“Estoy muy contenta de que se quede aquí conmigo”, dice Lucia. “Si algo le pasara me pondría muy triste”.
“Estoy feliz porque somos como amigas”
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha lanzado una llamamiento urgente para aumentar el apoyo a las personas camerunesas desplazadas que han sobrevivido a casi dos años de violencia continuada. Pero de los 184 millones USD necesarios para las operaciones de ACNUR en Camerún y Nigeria, entre ellos los 35,4 millones USD que hacen falta con urgencia para labores de asistencia crítica imprescindible para la supervivencia de las personas camerunesas recién desplazadas, solo se ha recaudado el 4%.
La mayoría de las personas refugiadas (más del 50% de la población) viven en comunidades de acogida en más de 47 aldeas junto a la frontera. El apoyo que reciben de personas nigerianas de buen corazón como Lucia es fundamental y un reflejo del sentimiento de solidaridad que la mayoría de las personas refugiadas experimentan por parte de sus anfitriones nigerianos.
Susan espera que la situación mejore en su país de origen para poder regresar. Pero por ahora sigue adaptándose a la vida aquí y le da las gracias a Lucia por su amabilidad y la del pueblo nigeriano.
“No sé qué habría sido de mí”, dice. “Estoy feliz porque somos como amigas”.
ACNUR sigue buscando financiación para prestar asistencia básica a personas refugiadas y desarrollar proyectos que empoderen a las comunidades de acogida, que también están necesitadas.