Comentarios finales del Alto Comisionado en la septuagésima tercera sesión del Comité Ejecutivo de ACNUR
Comentarios finales del Alto Comisionado en la septuagésima tercera sesión del Comité Ejecutivo de ACNUR
Estimado presidente, apreciables colegas y amigos,
Permítanme comenzar con una cita, que es trágica y triste:
“La cargué por diez días. Tuvimos que dejarla a un lado del camino. No tuvimos fuerzas para enterrarla”.
Estas palabras fueron pronunciadas por Fatima, una madre somalí, quien fue entrevistada por un periodista luego de que su hija de tres años muriera en sus brazos mientras ella y sus otros hijos caminaban para escapar de los efectos de la sequía. Su viaje duró quince días.
“No tuvimos fuerzas para enterrarla”.
Ninguna madre ni ningún padre tendría que sentir un dolor así. Sin embargo, este tipo de pérdidas se repiten alrededor del mundo: en Etiopía, en Myanmar, en Mozambique, en el Sahel, en Ucrania, en Centroamérica. Es por esta razón que son tan importantes las conclusiones del Comité Ejecutivo.
En la República Democrática del Congo también se dan casos como este. Aunque el mundo no lo sabe, pero me lo dijo ayer el Primer Ministro Adjunto, la letal violencia intercomunitaria al oeste del país le ha arrebatado la vida, por lo menos, a 140 personas. Además, 30.000 personas – mayoritariamente mujeres, niñas y niños – han sido desplazadas. De hecho, como me confesó esta semana el Ministro de Relaciones Exteriores, muchas de ellas son ahora refugiadas en la República del Congo. Este es un ejemplo nada más, uno que el resto del mundo desconoce.
Estimado presidente,
Esta es la realidad que enfrentan las personas afectadas por la incapacidad de prevenir o detener la guerra. Quienes toman decisiones les han fallado. Estas personas son perseguidas por atacantes, asediadas por la emergencia climática o amenazadas por una combinación de estos y otros factores. Con demasiada frecuencia, son invisibles, pues viven en los márgenes de la humanidad.
La comunidad internacional no debe aceptar este tipo de fallas.
Debemos esforzarnos aún más.
Debemos tomar riesgos para alcanzar la paz.
Con la inspiración que genera la ganadora del Premio Nansen de 2022, la excanciller alemana, Angela Merkel, debemos ser a la vez principistas y pragmáticos en nuestra labor, y debemos comprometernos con todos los interlocutores de las personas por las que trabajamos. Las personas deben estar, siempre y ante todo, por encima de la política.
Esta semana, hemos escuchado palabras enunciadas por representantes de alrededor de 130 países. Les he respondido a cada uno. Hemos escuchado el esfuerzo que hacen por recibir, proteger y ayudar a las personas refugiadas.
Hemos escuchado que han aumentado el reasentamiento, las visas humanitarias y las vías complementarias.
Hemos escuchado que se han emprendido diversas acciones para acabar con la apatridia.
Hemos escuchado que muchos Estados desean redoblar esfuerzos para aliviar y resolver la situación de las personas desplazadas internas.
Todas estas contribuciones son ejemplares, no solo en las palabras, sino en las acciones que se están llevando a cabo en cada uno de los países.
Les felicito por su compromiso con estos esfuerzos, que deben continuar, porque, como mencionó tajantemente una delegación, “estamos al borde”.
Hay razones para no ceder ante la preocupación.
Por desgracia, la mayoría de los conflictos de los que hablamos deja ver que son inadecuados los mecanismos que tenemos para la resolución de conflictos. Con la emergencia climática, que pasa desapercibida, la tierra se está convirtiendo en un infierno: en distintos puntos hay inundaciones, incendios, olas de calor extremo y sequías sin precedentes. En un mundo profundamente desigual, la pobreza es cada vez peor para millones de personas. Todos estos factores se mezclan; y, con la facilidad con la que se da la movilidad humana – con frecuencia impulsada por inescrupulosos tratantes de personas –, nunca habíamos visto la dimensión y complejidad de los movimientos poblacionales que están surgiendo en la actualidad.
Sin embargo, señor presidente, a pesar de estos desalentadores desafíos – o, quizás, debido a ellos –, escuché que existe un enfoque, casi generalizado, en la necesidad de abordar las causas de raíz, que, como sabemos, son complejas; en muchos casos requieren nuevas aproximaciones; y exigen soluciones, sin importar cuán difícil sea encontrarlas.
Estas soluciones deben seguir siendo el fin último. Recordemos que una avasallante mayoría de personas desplazadas en todo el mundo prefiere volver a casa. Por tanto, si tienen oportunidad de hacerlo, debemos lograr que las personas refugiadas y desplazadas vuelvan a casa, ya que es muy poderoso el amor por el hogar.
En consecuencia, debe escucharse la voz de quienes debemos hacer frente al desplazamiento forzado: debemos decir, más claro que nunca, que no cesarán los flujos de refugiados que tanto preocupan a los gobiernos y a sus líderes, sino que serán cada vez más preocupantes si no buscamos la paz, de una vez por todas, en todo el mundo. Pongamos de lado las diferencias, que, en opinión de un simple trabajador humanitario, pueden superarse si se trabaja en equipo en vez de pensar y decir constantemente “mi país debe ir primero”. En una época donde enfrentamos desafíos globales y compartidos, el nacionalismo mezquino y agresivo no solo es irresponsable, sino que es también suicida. Quizás facilite la victoria o la permanencia en el poder, pero no salvará a la clase política ni a la ciudadanía de un colapso inminente. En contraste, si trabajamos en equipo, podremos superar los conflictos; en otras palabras, debemos sumar esfuerzos en la construcción de paz mediante el desarrollo y el respeto de los derechos humanos. De ese modo, podremos deshacer el mortífero nudo que une a las guerras, la pobreza, la autoridad abusiva o débil, el cambio climático y el desplazamiento.
Estimado presidente,
La solidaridad sigue siendo fuerte. Escuché a los países de acogida asegurar que sus fronteras seguirán abiertas, y que continuarán recibiendo y protegiendo a las personas que lo requieran. Estos no son solo los países europeos que han recibido a las personas refugiadas de Ucrania, sino países en las Américas, África y Asia, como Irán y Pakistán, que por generaciones han recibido y apoyado a las personas refugiadas de Afganistán. De manera similar, hay países en América Latina y el Caribe que han desarrollado innovadores enfoques de protección para las personas refugiadas y migrantes de Venezuela. En África, en este preciso momento, los refugiados de República Democrática del Congo están llegando a otros países, como Uganda.
A pesar de los desafíos que enfrentan – en la esfera económica, política y climática –, estos países no han dejado de recibir refugiados, como pudimos verlo con las inundaciones que han golpeado a Pakistán. Debo hacer énfasis en la importancia de mantener el rumbo en el apoyo que requieren los países de acogida, que también han hablado de su fatiga, algo que no podemos obviar. Tampoco podemos pasar por alto que les pesan las poblaciones refugiadas de mayor tamaño, en las escuelas, en los servicios de salud, en el gasto público. No olvidemos que, después de todo, los países y las comunidades de acogida son los principales donantes de la causa de los refugiados. Por tanto, ante la falta de posibles soluciones, no les es fácil mantener el apoyo que brindan.
En este contexto es de suma importancia que redoblemos esfuerzos para encontrar soluciones. Al respecto, confío en que haremos mayor énfasis en esta cuestión de cara al siguiente Foro Mundial sobre los Refugiados, que tendrá lugar en diciembre. Dada la esencia del Pacto Mundial sobre los Refugiados – que, según entiendo, sigue siendo un documento de referencia para la gran mayoría de los Estados miembro –, no debemos temer alejarnos de prácticas obsoletas e infructuosas y, en su lugar, debemos hacer esfuerzos nuevos e innovadores que abran oportunidades y ofrezcan soluciones a las personas desplazadas. Dentro de catorce meses, asistamos al Foro con ejemplos de cómo, en conjunto, hemos buscado y encontrado soluciones para acabar con el desplazamiento.
En tanto no hayamos llegado a ellas, debemos brindar protección a las personas forzadas a huir, tal como lo señalaron varios países en sus intervenciones. No ahondaré, como lo hice en mi discurso de apertura, en la importancia de proteger sin discriminación a quienes lo requieren. Tan solo me permito recordar a las delegaciones de las responsabilidades y obligaciones que tienen los Estados, en especial en cuanto a garantizar el acceso al territorio a todas las personas que soliciten asilo. Con frecuencia llamamos “mixtos” a los flujos actuales, aunque la palabra no basta para describir cuán complejos son, no solo en Europa o las Américas, sino en otras regiones, como al sur de África y al sureste de Asia. Reconociendo la naturaleza de estos flujos, no obstante, debemos idear nuevos enfoques que combinan pragmatismo y eficacia con los principios fundamentales para proteger a las personas refugiadas. Como dije anteriormente, estamos reflexionando al respecto, y consultaremos con ustedes para seguir avanzando.
Por otra parte, como se dijo en varias intervenciones, debemos incrementar el apoyo al desarrollo que reciben los países de acogida; para ello, podemos partir de los logros alcanzados. Aplaudo que el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE haya adoptado recientemente una metodología para dar seguimiento a la financiación para el desarrollo en contextos de refugiados, desplazados internos y retornados mediante su Sistema de Notificación por parte de los Países Acreedores. Como se mencionó en el debate general, esto hace parte de un “cambio cultural” que es necesario mientras aprendemos, en colectivo, a revisar la totalidad de recursos destinados a situaciones de refugiados y garantizar que tanto las personas refugiadas como las comunidades de acogida reciban todo el apoyo posible de manera coordinada.
Me alegra que el Diálogo del Alto Comisionado, que tendrá lugar en diciembre aquí, en Ginebra, se enfocará en la cooperación para el desarrollo en relación con el desplazamiento forzado. Espero que todas las partes interesadas se involucren y hagan énfasis en los resultados demostrables que se han obtenido.
Aunque me conmueve el apoyo brindado por actores bilaterales del desarrollo, bancos multilaterales y otras entidades, no podemos obviar que las múltiples crisis en el mundo requieren una respuesta humanitaria robusta. El sector privado se ha sumado por medio de empresas, fundaciones y donantes individuales. Agradezco los enormes esfuerzos de los Estados donantes y reitero mi invitación para que nos ayuden a cerrar, velozmente, la crítica brecha de $700 millones de dólares que ACNUR necesita este año. Nos restan un par de semanas para evitar recortes significativos en programas para refugiados.
Estimado presidente, apreciable Salim,
Me permito agradecerles, tanto a usted como a nuestras vicepresidentas (estimadas Kadra y Katharina), por haber dirigido esta reunión y el Comité Ejecutivo el último año. Agradezco su apoyo, señor presidente, en un año que ha sido difícil, y le doy gracias también por sus consejos, su sabiduría y su amistad.
Por otra parte, felicito a las embajadoras de Djibouti y de Alemania, Kadra Ahmed Hassan y Katharina Stasch, por haber sido electas para ocupar la presidencia y primera vicepresidencia. Felicito también al embajador de Ecuador, Emilio Rafael Izquierdo Miño, quien fungirá como segundo vicepresidente. De igual forma, felicito al resto del buró del Comité Ejecutivo por su elección, incluido el nuevo relator, Sumair Gul, de Pakistán, y doy las gracias al antiguo relator, Jorge González Mayagoitia, de México, por su excelente labor. Por cierto, no podría estar más de acuerdo con las sabias palabras que pronunció hace unos minutos con respecto a la multilateralidad. Todos ellos, todas las personas que he mencionado, representan a países en los que la solidaridad y el apoyo a las personas refugiadas no ha menguado, aun con múltiples desafíos.
Agradezco también a Anne Keah, ya que está fue su primera reunión del Comité Ejecutivo en calidad de Secretaria, aunque antes fungió como relatora. Doy las gracias también a todo su equipo, que de manera silenciosa garantiza que estas reuniones funcionen perfectamente y que brinda un gran apoyo, del cual me beneficio algunas ocasiones a lo largo del año. Agradezco también los servicios estructurales, de conferencia y de seguridad aquí, en las Oficinas de la ONU en Ginebra; agradezco el apoyo del área de TI, grabación, audio y video; y, por supuesto, agradezco al cuerpo de intérpretes, que sin duda ha oído bastante de mí en estos días.
Estimado presidente,
Al realizar mi trabajo, trato de abogar por las personas desplazadas y apátridas. ACNUR trabaja por ellas. Mi propósito es, por un lado, lograr que tengamos la ambición y la valentía para garantizar que todas las personas reciban asistencia y protección; y, por otro, instar a que busquemos soluciones.
Agradezco sinceramente que sigan confiando en ACNUR. Muchos de ustedes hablaron de ello en esta ocasión. De nueva cuenta, agradezco la ampliación de mi mandato hasta finales de 2025.
Aprecio profundamente sus generosas palabras al respecto. Me siento verdaderamente honrado. Les garantizo que mi compromiso se mantendrá intacto en los siguientes tres años y un poco de mi mandato. Les garantizo también que – junto con Kelly (Alta Comisionada Adjunta), Gillian y Raouf (Altos Comisionados Auxiliares), mi equipo en la Oficina Ejecutivo y todos mis colegas – trabajaré lo más duro que pueda para cumplir sus expectativas.
Por mucho que mis colegas de ACNUR y yo tratemos de transmitirles lo que significa ser una persona desplazada, de crear empatía en todo momento y de fomentar la comprensión de la situación de los refugiados, como dijeron Dushime y Basma (las delegaciones de EE. UU. y Canadá), debemos esforzarnos mucho más para escuchar las voces de quienes están viviendo o han vivido la experiencia directamente. Hacerlo nos permitirá entender mejor sus esperanzas, sus traumas y sus aspiraciones.
Garantizar la protección, ayuda y empoderamiento de quienes tuvieron que huir y dejar todo atrás, de quienes viven con la angustia del exilio, de quienes ven hacia el futuro con miedo es una tarea colectiva. Debemos demostrar que, trabajando en equipo y superando las diferencias, podemos contribuir a que la privación se convierta en oportunidades; y la desesperación, en esperanza.
¡Muchas gracias!