Discurso de apertura del Alto Comisionado en la septuagésima tercera sesión del Comité Ejecutivo de ACNUR
Discurso de apertura del Alto Comisionado en la septuagésima tercera sesión del Comité Ejecutivo de ACNUR
Muchas gracias, señor presidente.
Nunca antes la humanidad se había desplazado tanto y con tanta facilidad.
Nos desplazamos por trabajo, placer o curiosidad, o bien para encontrarnos con familia o amistades.
Sin embargo, ¿con qué frecuencia nos detenemos a reflexionar sobre la movilidad?, ¿apreciamos la facilidad con la que muchos de nosotros podemos movernos?, y ¿qué tanto nos detenemos a pensar, seriamente, qué significa la movilidad – más bien, la huida– para las personas refugiadas?
¿Qué implica para ellas trasladarse en un mundo que, con frecuencia, no quiere que lo hagan?
Como ya se dijo, el video que se acaba de proyectar – que fue producido y narrado por Prince, un congoleño refugiado en Malawi – nos permite ver la situación con más claridad. Nos permite conocer los miedos y los deseos de las personas refugiadas. También subraya cuán importante es permitir que se escuchen las voces refugiadas y que se haga algo al respecto, no solo ahora, sino todo el tiempo, hasta que su situación se resuelva.
Señor presidente; estimado Salim; apreciables ministros, delegados, colegas y amigos:
Muchas gracias por preocuparse por más de 100 millones de personas. Sí, ¡100 millones! Nuestro deber es protegerles, así como aliviar o buscar cómo solucionar su situación.
Conforme arranca la septuagésima tercera sesión del Comité Ejecutivo, confío en que estas personas estarán siempre en primer plano y que nos esforzaremos por encontrar soluciones que, por demasiado tiempo y para demasiadas personas, han sido escurridizas.
Por otra parte, permítanme hacer eco del presidente del Comité Ejecutivo, pues espero que en sus declaraciones no olviden que, si bien la política nos rodea, este es un foro ajeno a ella; por tanto, no debemos enfocarnos en sumar puntos en el terreno político, sino en encontrar soluciones para personas como Prince y otros refugiados que aparecen en su producción.
Estimado presidente,
En un mundo tan complejo, debemos trabajar conjuntamente. Por desgracia, la comunidad internacional no ha logrado hacerlo del todo: no ha podido construir la paz ni ha podido prevenir catástrofes que eran previsibles. Tampoco ha podido compartir vacunas, no ha logrado reducir los riesgos que emanan de la emergencia climática ni ha invertido – aunque sea un poco de recursos económicos, capital político o ambos – para evitar gastos mayores en el futuro.
Para las personas en mayor situación de vulnerabilidad, es grave el impacto que ha tenido la falta de acciones. La COVID-19, el clima, los conflictos y, ahora, el costo que suponen las crisis actuales han multiplicado las dificultades y, sin duda, en más de una forma han forzado a las personas a huir. La respuesta de ACNUR nunca había sido tan necesaria; al mismo tiempo, la oportunidad de encontrar soluciones nunca había estado tan reducida.
Aunque la pandemia de COVID-19 se ha abordado en muchos países, las consecuencias que ha tenido a largo plazo siguen afectando a las personas en mayor situación de vulnerabilidad, entre ellas, los refugiados y desplazados.
Mientras tanto, el desplazamiento continúa aumentando debido a la emergencia climática, lo cual hace que la vida sea aún más dura para las personas que han sido desarraigadas. El vínculo entre el desplazamiento y el cambio climático es evidente y sigue creciendo. Podemos verlo, por ejemplo, en el Cuerno de África, donde la combinación entre la sequía y el conflicto obligan a las personas a huir. De hecho, más de un millón de personas en Somalia han sido desplazadas desde enero de 2021. Además, alrededor del 80% de las personas refugiadas proviene de los países que más afectaciones han sufrido por la emergencia climática. Cerca del 90% de las personas retornadas recientemente han regresado a situaciones altamente vulnerables al clima. ¿Qué les depara el futuro? y ¿qué futuro les espera a quienes sueñan con volver a casa? ¿Qué será de quienes, desplazados o no (como pude verlo en Camerún), ven cómo se evaporan sus vidas y sus medios de vida, como lo hacen los lagos que alimentaron a sus familias por generaciones?
Para las personas refugiadas y desplazadas es muy importante que se tomen medidas contundentes contra el cambio climático, sin embargo, con demasiada frecuencia se les deja fuera del debate.
Como saben, ACNUR no ha dejado de ampliar su respuesta a la emergencia climática. Por ello, ha fortalecido las directrices jurídicas y normativas para los Estados; ha respondido al desplazamiento provocado por el cambio climático; ha fomentado la resiliencia frente a los estragos del cambio climático en las zonas de acogida; y ha emprendido acciones para reducir su huella de carbono, lo que incluye usar energías renovables. Nuestra labor en el Sahel ejemplifica cómo podemos utilizar la tecnología para mejorar nuestra preparación y nuestra respuesta.
Sin embargo, sobre todo de cara a la COP27, queda claro que debemos hacer mucho más. Los países de origen y las comunidades de acogida deben tener acceso directo a financiación climática – incluso del compromiso anual de $100.000 millones de dólares (USD) para la acción climática –, para que, entre otras medidas, puedan prevenir el desplazamiento, así como prepararse y adaptarse. Por su parte, los planes de adaptación y preparación deben considerar a las personas desplazadas (tanto actuales como potenciales). Asimismo, debemos garantizar que su situación sea tomada en cuenta en Sharm el-Sheikh el próximo mes.
La presión inflacionaria a nivel mundial también está afectando gravemente a las personas en mayor situación de vulnerabilidad: la pobreza y la inseguridad alimentaria van al alza; el Programa Mundial de Alimentos no ha tenido más opción que recortar la asistencia que brinda; y algunas personas refugiadas y comunidades de acogida han tomado medidas desesperadas porque les es difícil sufragar sus gastos. Apenas el mes pasado, se volcó una embarcación después de haber zarpado de Líbano; en ella viajaban ciudadanos libaneses junto con personas refugiadas de Siria y Palestina. Más de 100 personas se ahogaron en el mar Mediterráneo. Esta cifra se suma a otras 1.630 personas que han perdido la vida, tan solo este año, tratando de llegar a Europa (sin mencionar a aquellas que han muerto en el trayecto). Las duras condiciones de vida con frecuencia se combinan con conflictos, violencia y discriminación, y dan como resultado una tóxica mezcla que arrebata la esperanza de un mejor futuro.
Es evidente que ACNUR no tiene la capacidad de incidir en las tendencias macroeconómicas a nivel mundial; no obstante, haremos todo lo posible por subsanar estas dificultades y por ofrecer oportunidades. Por ejemplo, ACNUR ha estado colaborando con el Fondo Monetario Internacional para que el desplazamiento forzado se considere como un factor relevante al planear el apoyo que el Fondo brindará a los Estados (sobre todo en caso en que sea considerable el porcentaje de personas refugiadas y el impacto económico, que puede ser positivo o negativo).
En más de una ocasión me han escuchado hablar de los avances logrados – junto al Banco Mundial y junto a donantes bilaterales, bancos regionales y otras instituciones financieras – para brindar apoyo a los países de acogida que han incluido a las personas refugiadas en sus planes nacionales. La OCDE estima que alrededor de $3.300 millones de dólares (USD) se destinan a las situaciones de refugiados cada año. Esto se suma a los $2.000 millones de dólares (USD) anuales que se reciben de bancos multilaterales para el desarrollo y, por supuesto, a los recursos humanitarios que movilizan ACNUR y sus socios. Esta tendencia debe mantenerse al alza, sobre todo en forma de subvenciones para fortalecer y apoyar a países y comunidades de acogida, que llevan a cuestas gran parte de la responsabilidad que tiene la comunidad internacional hacia las personas refugiadas.
Por otra parte, hemos recurrido a otras estrategias para tratar de mitigar el costo de vida tanto de las personas desplazadas como de las comunidades de acogida. Algunas de ellas son tradicionales, como aumentar el alcance de la ayuda en efectivo, distribuir artículos de primera necesidad y brindar atención para la salud mental. Algunas intervenciones hacen patentes los avances que hemos hecho en el uso y el análisis de datos como resultado de nuestra colaboración con el Banco Mundial (por medio del Centro de Datos Conjunto).
Sin duda, los conflictos siguen siendo el principal detonante del desplazamiento forzado. Por ejemplo, se estima que un millón de personas han sido desarraigadas dentro de Myanmar desde que las fuerzas militares tomaron el poder en febrero. De manera similar, tan solo este año, 325.000 han abandonado sus hogares en Burkina Faso; este es uno de los indicadores más preocupantes que hacen ver la inestabilidad en el Sahel, la cual ha provocado desplazamientos dentro y fuera de los países, incluidos los Estados costeros, el Norte de África y Europa.
A pesar de la sobrecarga, ACNUR ha respondido a cada una de las 37 emergencias declaradas en los últimos doce meses, sin importar que la causa haya sido un conflicto, el cambio climático o, en ocasiones, una mezcla de ambos, como ha ocurrido en Mozambique, donde 125.000 personas han sido desplazadas recientemente.
Con la invasión rusa de Ucrania, no obstante, la respuesta de emergencia ha llegado a nuevos niveles, pues la invasión ha desencadenado la crisis de desplazamiento de mayor dimensión y de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Muchos de nosotros hemos sido testigos de ello, desde el 24 de febrero, en las fronteras de Ucrania con sus países vecinos.
El desplazamiento continúa y, casi ocho meses después, han quedado destruidas tanto las vidas como la infraestructura civiles.
El día de hoy, la población de Ucrania no deja de sentir angustia.
En este preciso momento, mis colegas me acaban de informar acerca de los terribles ataques a centros urbanos en Kiev, Dnipró, Leópolis, Zaporiyia, Chernígov, Odesa y otras ciudades.
ACNUR está presente en los sitios donde las personas de Ucrania han sido desplazadas. Debemos aplaudir el liderazgo y la cooperación entre Estados miembro de la Unión Europea y otros Estados europeos al abordar esta crisis de refugiados. ACNUR ha estado presente en otros países del mundo, como la Federación Rusa.
Nuestras respuestas han sido innovadoras. Por ejemplo, en algunos países europeos y en colaboración con UNICEF y las autoridades locales, por conducto de la amplia red de centros de protección conocidos como Puntos Azules, las personas refugiadas han solicitado ayuda – al personal y a los voluntarios que trabajan con ACNUR – para identificar necesidades específicas, como niñez separada, mujeres en riesgo (de, entre otras cosas, violencia de género) y personas traumatizadas.
ACNUR ha colaborado con la Organización Internacional para las Migraciones, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, organizaciones no gubernamentales socias y autoridades para hacer frente a la trata de personas proporcionando información, recursos y transporte. Asimismo, ha proporcionado ayuda en efectivo a las personas refugiadas más vulnerables, lo cual les ha dado poder de decisión y de acción. La ayuda en efectivo puede ser un salvavidas, pues permite alquilar un apartamento, encontrarse con amistades o familia, incluso tener recursos a la mano para poder rechazar ofertas hechas por posibles criminales.
Por tanto, la ayuda en efectivo no es una causa benéfica, sino una forma de protección, la cual no solo se brinda a las personas de Ucrania, sino a otras en distintas partes del mundo.
La situación al interior de Ucrania sigue siendo grave: al menos 6,2 millones de personas han sido desplazadas dentro del país y muchas más necesitan apoyo humanitario.
Quisiera aplaudir el notable liderazgo del gobierno ucraniano en la respuesta humanitaria. De acuerdo con las autoridades y dentro de la operación coordinada por la ONU, nuestra contribución se ha enfocado en tres pilares: protección, albergue y ayuda en efectivo.
Sin embargo, comparto las inquietudes del gobierno con respecto al invierno que se acerca. Seguiremos trabajando incansablemente, pero nuestras expectativas deben ser realistas. Esto requiere que pongamos manos a la obra, así que insto a las personas que cuenten con los conocimientos y los recursos para redoblar esfuerzos en apoyo a los planes del gobierno para sobrellevar el invierno. Millones de personas de Ucrania, sobre todo las personas mayores y con discapacidad, esperan nuestro apoyo.
Estimado presidente,
La respuesta a la salida de personas de Ucrania ha sido verdaderamente extraordinaria.
Por ejemplo, la generosidad mostrada por Moldavia ha sido ejemplar, a pesar de los múltiples desafíos que enfrenta.
Casi la mitad de las contribuciones hechas en respuesta a nuestro llamamiento provienen de individuos y empresas del sector privado.
La aplicación de la Directiva de Protección Temporal en la Unión Europea ha permitido que millones de personas de Ucrania hayan encontrado protección de forma inmediata y que hayan podido llegar a sus redes de apoyo sin sobrecargar los sistemas de asilo.
Es cierto que para los países vecinos es más fácil recibir e integrar; sin embargo, la crisis de Ucrania ha derribado muchos de los mitos que hemos escuchado por décadas de la clase política:
“¡Europa no tiene más espacio!”
“La opinión pública no está de acuerdo con recibir más refugiados”.
“Es imposible la reubicación”.
Sin duda, el año pasado parecía que Europa no estaba en condiciones de recibir a docenas de personas que habían desembarcado en sus costas.
De un momento a otro, no obstante, siete millones de personas recibieron la protección que requerían y fueron recibidas en condiciones dignas.
Quedó claro que la protección temporal no es solo un instrumento humanitario, sino también una herramienta muy eficaz para recibir e incluir a las personas refugiadas (hasta el momento se tiene registro de cuatro millones de ellas). La manera en que la población y los gobiernos de Europa respondieron a la crisis de Ucrania comprobó lo que dijo en aquellos años la ganadora del Premio Nansen de 2022, la excanciller Angela Merkel:
Wir schaffen das. Podemos hacerlo.
En definitiva, no estoy diciendo que tengamos derecho a ir a donde nos plazca. Hoy en día, muchos flujos son complejos; por tanto, no es posible aplicar un enfoque como la protección temporal en todos los casos.
También reconozco que algunos países de acogida enfrentan grandes desafíos en el manejo de las solicitudes. Las cifras pueden ser altas; los sistemas de asilo carecen de recursos; y, durante años, el público ha escuchado que todo es un caos (de hecho, en ocasiones las respuestas son desorganizadas). Estos factores han socavado la confianza del público en la gestión del asilo, no así el concepto en sí ni su importancia.
La Agencia de la ONU para los Refugiados está preparada para apoyar a los Estados en recuperar la confianza del público mediante procedimientos de asilo justos y veloces que brinden protección a quienes la requieren y faciliten el retorno de quienes no lo hacen, en condiciones dignas donde se respeten sus derechos. Hemos estado reflexionando y haciendo consultas. Nos acercaremos a los Estados con ideas nuevas que puedan garantizar el acceso al territorio, la protección internacional, y el cumplimiento del derecho internacional de los derechos humanos y de los refugiados. Al propio tiempo, encontraremos alternativas prácticas para abordar la complejidad de los flujos actuales.
De cualquier forma, tenemos la obligación de rechazar los eslóganes simplistas que enuncian algunos políticos en respuesta a estos desafíos, los cuales se traducen en barreras físicas o procedimentales. No debemos aceptar que se niegue el acceso al territorio – con frecuencia, de manera violenta – a quienes solicitan asilo. Tampoco debemos normalizar los intentos por externalizar las responsabilidades de asilo.
A nivel jurídico, moral y práctico, me opongo a los esfuerzos de algunos Estados por evadir su responsabilidad externalizando las obligaciones de asilo a su cargo. Espero que lo reconsideren quienes estén pensando en adoptar enfoques de ese tipo.
De igual forma, rechazo las palabras que algunos políticos en este continente han dirigido a sus votantes, las cuales sugieren que las personas de Ucrania son “verdaderos refugiados”, mientras que otras personas no lo son aunque también han tenido que huir de atrocidades similares, pero en otras partes del mundo. Racista es la única palabra que puede describir esta postura.
Ideas de este tipo son también un insulto para los países de acogida que, durante años, décadas o, incluso, generaciones, han brindado protección y apoyo a millones de personas, en cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones, y para honrar la moralidad esencial que atraviesa culturas.
Estimado presidente,
Como sabemos, el conflicto armado en Ucrania, que estalló luego de la invasión rusa, ha tenido consecuencias en todo el mundo, sobre todo en detrimento de quienes no contaban con los recursos para amortiguar el golpe. Asimismo, está teniendo consecuencias en las contribuciones que recibe ACNUR.
Por un lado, debo decir que, como ocurrió con Afganistán hace un año, me alegra haber recibido una avalancha de apoyo del público en general, de empresas privadas y de fundaciones. En 2019, recaudamos $421 millones de dólares (USD) de fuentes privadas; en 2020, el montó llegó a $538 millones de dólares; y, el año pasado, a $625 millones de dólares.
Este año, superaremos los $1.000 millones de dólares (USD) de donantes del sector privado.
En el contexto del Pacto Mundial sobre los Refugiados, las empresas privadas han puesto a disposición su innovación, conocimiento y experiencia para apoyar las operaciones y para contratar a las propias personas refugiadas. Esto es verdaderamente conmovedor.
Hemos creado vínculos con donantes nuevos, incluso en el área de filantropía islámica. Dado el éxito de nuestras campañas por el Zakat y el Sadaqah, hace dos semanas firmé un convenio con el Fondo de Solidaridad Islámica para el Desarrollo y con el Banco Islámico de Desarrollo para crear el primer Fondo Islámico Mundial para Personas Refugiadas. A partir del año entrante, este fondo – que mantiene inversiones que cumplen con la Sharia – comenzará a generar recursos económicos para apoyar las operaciones de ACNUR.
Sin embargo, a pesar de estos y otros avances positivos, lamento informarles que, por primera vez durante mi mandato, me preocupa la situación financiera de ACNUR.
Nos han animado a ampliar nuestra base de donantes; hacerlo nos ha permitido superar ampliamente los objetivos de las contribuciones privadas.
No obstante, como agencia de las Naciones Unidas creada con un mandato específico por los Estados miembro, no podemos depender únicamente de la buena voluntad de las personas ni de las empresas. Si bien se agradecen profundamente y aunque seguiremos invirtiendo en esta área, las contribuciones privadas no son igual de predecibles que aquellas hechas por los Estados; por tanto, no son ni pueden ser el cimiento de nuestras operaciones.
En consecuencia, solicitamos el apoyo de los Estados. Este año, la respuesta de los donantes tradicionales se ha mantenido fuerte y, de nueva cuenta, con excepcionales niveles de financiación la encabezan los Estados Unidos de América y Alemania, cuyo apoyo no ha menguado en ningún sentido.
Sin embargo, con la emergencia en Ucrania se añadieron más de $1.000 millones de dólares (USD) a nuestro presupuesto de este año, que ahora suma $10.700 millones de dólares (USD).
Si bien la respuesta en Ucrania ha contado con fondos suficientes (y debe mantenerse así), este debe ser el objetivo con respecto a todas las operaciones. La financiación para atender nuevas emergencias, como la de Ucrania, debe sumarse a otras, no sustituirlas.
Soy consciente no solo de la presión que existe sobre el presupuesto de los donantes, sino también de las dificultades que enfrentan la ciudadanía y los contribuyentes. Asimismo, reconozco que la mayoría ha hecho contribuciones generales y adicionales en relación con Ucrania. Sin embargo, debo comentar que, con excepción de un puñado de donantes, hacer donaciones adicionales no siempre es visible cuando se trata de contribuciones para ACNUR.
Por tanto, insto enfáticamente a todos los donantes para que brinden más apoyo tanto a ACNUR como a las personas refugiadas en el mundo. En caso de no recibir, por lo menos, $700 millones de dólares más (sobre todo para las operaciones con menos recursos), de aquí al final del año tendremos que hacer recortes considerables con consecuencias negativas – incluso dramáticas – para las personas refugiadas y las comunidades de acogida.
Por otra parte, debo recordar a los donantes la importancia que tiene la financiación flexible y plurianual, así como agradecer a Suecia y Noruega por su liderazgo en este ámbito. Apenas el doce por ciento de los fondos que ACNUR recibe de los gobiernos es flexible, lo cual limita la manera en que podemos gestionar los egresos alrededor del mundo y responder eficazmente a nuevas emergencias.
No podemos prestar atención únicamente a las crisis más recientes y dejar de lado al resto.
Este año fue Ucrania, pero el año pasado fue Afganistán, un país en el que millones de personas – con inclusión de mujeres, niñas y minorías – aún necesitan ayuda con urgencia tanto dentro de Afganistán como en Pakistán e Irán.
Nuestras operaciones en Etiopía eran el centro de atención antes de la crisis en Afganistán. Ahora, no obstante, cuentan apenas con el 46% de los fondos que requieren, a pesar de que las condiciones humanitarias van en deterioro por el resurgimiento de las hostilidades en septiembre.
En el caso de las personas rohingyas refugiadas, se recibió mucho apoyo en los años posteriores al desplazamiento inicial. El año pasado, el Plan de Respuesta Conjunto recibió el 72% de los fondos necesarios. De momento, la financiación no supera el 30%; y, a menos que los donantes proporcionen asistencia urgentemente, se prevén dramáticos recortes de las agencias de la ONU y otras ONG en Bangladesh.
Uganda ha dado acogida a más de 1,5 millones de personas refugiadas y cuenta con generosísimas políticas en la materia. No obstante, nuestra operación no cuenta con recursos económicos suficientes. Por ello, nos es difícil ayudar a 110.000 personas refugiadas de Sudán del Sur y República Democrática del Congo que llegaron tan solo este año.
Además de haber sido sometida a una violencia brutal, la población del Sahel está sufriendo los estragos de la emergencia climática. Aun así, la escasez de fondos no nos permite proporcionar albergue, y nuestra labor de protección para evitar la violencia de género se ha visto limitada.
En ese mismo sentido, no podemos olvidarnos de los millones de personas refugiadas y desplazadas de Siria; la cifra se acerca al número de personas de Ucrania desplazadas. Resulta particularmente preocupante la falta de fondos que está afectando a las operaciones que apoyan a los sirios.
Seguimos trabajando en Siria para eliminar los obstáculos que impiden los retornos, sobre todo aquellos que las personas refugiadas mencionan con frecuencia. Además, junto con el gobierno de ese país, seguiremos analizando la manera en que se puede fortalecer el acceso humanitario a las personas que requieren protección, incluidas las retornadas y desplazadas. La realidad es que nuestra labor carece de recursos suficientes, lo cual limita las respuestas humanitarias y de recuperación temprana que llevamos a cabo en Siria, al amparo de la Resolución 2642 del Consejo de Seguridad.
De manera similar, la financiación para la respuesta a la situación de refugiados en países vecinos está en el punto más bajo de su historia.
Esta situación se agrava con el hecho de que las comunidades de acogida también están sufriendo los estragos de la crisis económica, sobre todo en Líbano. No debemos olvidar que Líbano y Jordania han dado acogida al porcentaje más alto de personas refugiadas per cápita, y que Türkiye sigue siendo el país que ha recibido al mayor número de refugiados en el mundo. La situación es insostenible, así que debemos garantizar que los países de acogida reciban fondos suficientes y que se adopte un nuevo enfoque para resolver más de once años de desplazamiento en Siria.
Esta, señor presidente, es una petición para donantes, países de origen y de acogida, organizaciones internacionales, socios para el desarrollo y cada ciudadano del mundo. Si no prestamos atención a todas las crisis y si no financiamos adecuadamente todas las respuestas, estamos condenando a las personas refugiadas y a las comunidades de acogida al estancamiento, a más dificultades y a la pérdida de la esperanza.
Estos esfuerzos no deben obviar la búsqueda de soluciones, sin importar qué tan difícil sea. En algunos sitios, esto puede traducirse en apoyar a los países de origen y a las personas refugiadas que opten, voluntariamente, por retornar, incluso en condiciones duras e imperfectas.
No me malinterpreten: nunca, JAMÁS, aprobaría ni abogaría por convencer u obligar a las personas refugiadas a volver al lugar del que provienen. Sin embargo, la realidad es que, sin importar lo que digamos, algunas personas refugiadas retornan a condiciones que están lejos de ser las ideales.
Por tanto, nos corresponde no permitir que la política nos paralice, sino ayudar a estas personas a reconstruir sus vidas siempre y cuando – y esto lo subrayo – ellas hayan optado por retornar.
Los países de origen tienen la enorme responsabilidad de crear las condiciones para que los retornos sean seguros; aun así, debemos trabajar en conjunto. Tendremos éxito si lo hacemos.
Este año, pasé el Día Mundial del Refugiado en Côte d’Ivoire, un país que logró recuperarse tras años de conflictos, durante los cuales cientos de miles de sus ciudadanos se exiliaron. El proceso no fue sencillo (en realidad, la reconciliación nunca lo es), pero los líderes de Côte d’Ivoire se esforzaron por construir la paz con apoyo de la comunidad internacional. Como resultado, por recomendación de ACNUR, los países de la región – que por años protegieron y ayudaron a las personas refugiadas – aplicaron la cláusula de cesación a las personas refugiadas de Côte d’Ivoire. Alrededor del 96% de ellas ya retornaron a casa, pero pronto se regularizará la situación de quienes optaron por permanecer en los países de acogida.
Es posible que Côte d’Ivoire sea el mejor ejemplo (aunque no el único). ACNUR colabora tanto con los países de origen como con los países de acogida.
Por ejemplo, seguimos trabajando en la Estrategia de Soluciones para Sudán y Sudán del Sur, de manera que, a pesar de los desafíos, más de 600.000 personas han retornado a Sudán en los últimos años.
Después de mi visita a Tanzania, puedo ver que, aunque se requiere más apoyo dentro de Burundi, existen posibles soluciones para las personas refugiadas de este país. Sin embargo, debo expresar que siento profunda preocupación por lo frágil y volátil que es la situación en esta subregión, donde, tan solo este año, 150.000 personas han sido desplazadas dentro y fuera de la República Democrática del Congo, en un contexto de extrema violencia (sobre todo contra las mujeres).
Debemos dar las gracias también a los países que han acogido y regularizado la situación de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela. Colombia lidera las acciones luego de haber creado un eficaz sistema de protección temporal. Los procesos de regularización en ese y otros países, como Ecuador, avanzan rápidamente. De manera simultánea, esperamos reanudar el diálogo con Venezuela para abordar las causas subyacentes de los movimientos que provienen de ese país.
En las Américas, tenemos mucho por aprender del enfoque regional adoptado por la plataforma de apoyo al MIRPS, que se ha centrado, sobre todo, en las soluciones. Se espera que la Declaración de los Ángeles impulse la labor realizada en la región; esta declaración constituye otro importante paso para consolidar la protección y encontrar soluciones en todo el hemisferio.
Por otra parte, con base en el informe del Panel de Alto Nivel creado por el Secretario General y en consideración de su Plan de Acción sobre Desplazamiento Interno, debemos ampliar nuestros horizontes en busca de soluciones para las personas desplazadas internas. Teniendo claros principios y enfoques, debemos emprender acciones concretas, sobre todo en los países donde las soluciones parecen más sencillas.
En cuanto a la apatridia, seguiremos avanzando en su erradicación. En ese sentido, aplaudo que Filipinas se haya adherido a la Convención para Reducir los Casos de Apatridia de 1961. Del mismo modo, me alegra que Liberia, un país que visité recientemente, hay eliminado disposiciones discriminatorias de su ley de nacionalidad. Por su parte, Albania, Países Bajos y Turkmenistán crearon procedimientos para determinar la condición de apátrida. Aunque en 2021 se otorgó la nacionalidad a 81.000 antiguas personas apátridas, aún no hemos erradicado esta privación de derechos. Por tanto, insto a los Estados a adoptar las normas, políticas y prácticas necesarias para que millones de personas salgan de la sombra de la apatridia antes de que concluya la campaña #IBelong en 2024.
Hablando de soluciones, no debemos olvidar la importancia de fortalecer las habilidades de las personas. Una de las mejores formas de hacerlo es por medio de la educación. En ese sentido, debemos apegarnos a las conclusiones de la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, celebrada el mes pasado en la Asamblea General de la ONU, sobre todo en relación con inversiones en oportunidades educativas para las personas refugiadas. Asimismo, a pesar de los múltiples desafíos, debemos proteger los avances alcanzados.
Las soluciones en terceros países también son esenciales.
Al respecto, me conmueve que Estados Unidos esté nuevamente entre los principales lugares de reasentamiento, y quisiera agradecer que tanto Canadá como Suecia encabezan la lista. Agradezco también que Finlandia y Noruega hayan recibido casos de reasentamiento de emergencia, un gesto que ha salvado muchas, muchas vidas.
De hecho, me llena de alegría que, con 76.500 solicitudes, este año haya aumentado la cifra de personas refugiadas reasentadas a nivel mundial. Insto a todos los países que tengan oportunidad de ampliar la oferta de reasentamiento a que lo hagan, con independencia de otros programas, como las evacuaciones humanitarias o la reubicación. Otras vías complementarias – como aquellas que ofrece Canadá – y la reunificación familiar – materia en la que Alemania marca la pauta – también son importantes.
Estimado presidente,
ACNUR está perfectamente consciente de la necesidad de seguir mejorando en cuanto a eficacia, eficiencia y equidad.
En 2016, inició un proceso de transformación que no solo se ha traducido en la regionalización y descentralización de la toma de decisiones, sino que también ha modificado el funcionamiento de la organización. Si bien la COVID-19 provocó algunos rezagos, hemos avanzado mucho. El reclutamiento se delegó; se recortaron políticas; y se amplió la planificación plurianual para abarcar más operaciones. Además, esta semana se activa WorkDay, un nuevo sistema de gestión de recursos humanos que facilitará los procesos centralizando y vinculando datos en la nube.
Por otra parte, hemos revisado y simplificado nuestros procesos de gestión de alianzas, que suponen un gasto anual de $1.400 millones de dólares (USD).
Estas acciones traen consigo muchas ventajas. Por ejemplo, se ampliarán las alianzas con ONG nacionales y con organizaciones dirigidas por personas refugiadas que no tienen la capacidad de hacer propuestas robustas ni de cumplir con los requisitos de generación de informes. De ese modo, se dedicará más tiempo y recursos a la creación de mejores programas para las personas refugiadas, y se dejarán de lado los trámites.
COMPASS, el nuevo sistema de monitoreo basado en resultados, ha impulsado estrategias plurianuales; en otras palabras, ahora podemos planificar en el mediano y largo plazo para alcanzar resultados duraderos y transformadores.
Nuestro innovador sistema de gestión de flotas es otro ejemplo. Con este sistema, que fue desarrollado junto con el Programa Mundial de Alimentos y ahora está disponible para todas las agencias, la ONU ha estado ahorrando recursos y millas, y ha reducido su huella de carbono.
En sesiones anteriores hemos hablado de la labor que realizamos para eliminar la explotación, los abusos y el acoso y hostigamiento sexuales. Esto sigue siendo una prioridad para la dirección y para mí, a nivel personal, tanto como lo es alcanzar la paridad de género, así como la diversidad geográfica y racial en toda la organización.
No hemos dejado de fortalecer la gestión de riesgos ni la capacidad de investigación y supervisión; al mismo tiempo, hemos creado un mecanismo de resolución de controversias para cuestiones de índole administrativa, no tanto de conducta indebida.
Todos estos cambios son importantes, pero aún no concluyen.
Como mencionó el presidente, la necesidad de obtener resultados razonables tras la ralentización causada por la COVID-19 y el hecho de que las emergencias humanitarias y de refugiados continúan creciendo llevaron al Secretario General a proponer la prórroga de mi mandato por un segundo período completo, es decir, hasta finales de 2025. Agradezco que hayan aceptado la propuesta. Su apoyo es alentador, y la confianza que han depositado en mí me honra y me llena de satisfacción.
No considero que sea un reconocimiento personal, sino, por un lado, una afirmación de que – como lo han dicho los Estados, los socios y, sobre todo, las personas refugiadas – ACNUR no solo es relevante, sino eficaz; y, por otro, una afirmación de que, sin importar los desafíos, mis colegas tienen el compromiso de trabajar por las personas refugiadas, desplazadas y apátridas, junto a los Estados y la sociedad civil. Aprovecho la ocasión para expresar mi gratitud a mis colegas y a nuestros socios.
Estimado presidente,
Han pasado casi cuatro años desde que los Estados miembro ratificaron el Pacto Mundial sobre los Refugiados. Como mencioné, se ha logrado mucho desde entonces.
En concreto, hemos mejorado las respuestas, hemos creado plataformas de apoyo, hemos estado colaborando con actores para el desarrollo en todo el mundo. En muchas situaciones, la respuesta ha involucrado a toda la sociedad, es decir, a la ciudadanía, las empresas, la academia, la comunidad deportiva, actores confesionales y de otro tipo, siempre en favor de las personas refugiadas y de las comunidades de acogida.
En 2019, el Foro Mundial sobre los Refugiados fue todo un éxito.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer.
El siguiente foro tendrá lugar en poco más de un año. Al respecto, agradezco que Suiza será coanfitrión del evento nuevamente. Asimismo, me complace anunciar que Colombia, Francia, Japón, Jordania, Níger y Uganda serán co-convocantes (junto con ACNUR). Doy las gracias a los co-convocantes salientes – es decir, Costa Rica, Etiopía, Alemania, Pakistán y Türkiye – por haber dado seguimiento a la implementación de los compromisos.
Faltan catorce meses para el evento. Por tanto, tenemos catorce meses para seguir avanzando, para cumplir los compromisos del foro anterior y prepararnos para adquirir otros en el siguiente.
Redoblar los esfuerzos, el ánimo y la determinación para ayudar, asistir y, sobre todo, resolver debe hacerse en conjunto, como Naciones Unidas, a partir de hoy.
¡Muchas gracias!