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Luchando contra el silencio: refugiados que conviven con el SIDA en el norte de Ecuador

Historias

Luchando contra el silencio: refugiados que conviven con el SIDA en el norte de Ecuador

El número de casos de personas, incluidos refugiados, infectados con VIH en la ciudad ecuatoriana de Lago Agrio se ha duplicado en un año, siendo solo la punta del iceberg.
27 enero 2011
Lucilda, una joven madre de dos niños, descubrió recientemente que su marido le había transmitido el SIDA. Él murió hace poco y ella se encuentra sola en una región donde la gente que vive con el VIH o el SIDA son estigmatizadas.

LAGO AGRIO, Ecuador, 27 de enero (ACNUR) – Hace diez años, una adolescente llamada Lucilda* huyó de su hogar en Colombia porque temía la ira de su madre por haber ido a una fiesta sin su permiso. Debió haberse quedado y haber haber afrontado las consecuencias.

En vez de eso, la joven de 25 años terminó casándose con un hombre violento e infiel, con quien huyó a la provincia de Sucumbios, en el norte de Ecuador, así como con la familia de éste, para escapar del conflicto en Putumayo, un departamento situado al sur de Colombia. Hoy, Lucilda lucha para criar a sus dos hijos; su marido está muerto y ella es portadora del VIH.

"Estaba muy enfermo, pero no quería ir al médico. Lo llevé y nos dijo lo que tenía. Pero también me dijo que yo estaba infectada," declara ella: "Él sabía que tenía SIDA, pero nunca me lo dijo," añade con amargura.

A pesar de lo trágica que es su historia, Lucilda es sólo una más entre un pequeño, pero creciente, número de personas que conviven con el VIH en Sucumbios y en su capital, Lago Agrio, donde los refugiados colombianos representan cerca del 20 por ciento de una población de 60.000 personas. Al menos 30 personas eran portadoras del VIH o SIDA a finales del año pasado, duplicando el dato de 2009.

"Esta cifra es sin duda la punta del iceberg de lo que respecta al número de personas portadoras del VIH", declara Paul Speigel, jefe de la sección de Salud Pública y VIH de ACNUR en la sede en Ginebra.

Pero luchar contra este problema es difícil en una sociedad conservadora y dominada por los hombres, donde quienes conviven con el VIH o los enfermos de SIDA, especialmente las mujeres, hacen frente a la estigmatización. ACNUR y sus socios tratan de cambiar esta mentalidad y de sensibilizar sobre esta enfermedad y la importancia del sexo seguro.

Un programa especial de ACNUR para mejorar la prevención de la enfermedad, implementado por trabajadores de centros de salud, contribuye a educar a los refugiados y a las comunidades de acogida en áreas aisladas de la jungla en los alrededores de Lago Agrio. También dan cursos sobre educación sexual, planificación familiar y servicios generales de salud.

Mientras tanto, al menos los niños de Lucilda no están infectados y ella se beneficia de un tratamiento médico gratuito en Ecuador. Pero esta mujer joven es considerada como una paria por los familiares de su marido, que murió hace cuatro meses. "Tienen miedo de mi," dice Lucilda. "Ni siquiera quieren tocarme. Dicen que voy a transmitir la enfermedad con mi sudor".

Son las únicas personas, aparte del personal médico en Lago Agrio, que conocen la verdad sobre su salud. "Tengo miedo de que si otras personas se enteran, no podré volver a trabajar nunca más", afirma Lucilda, que limpia la ropa de los trabajadores de la industria petrolífera para ganar lo suficiente para pagar un alojamiento humilde y alimentar a sus hijos. "El propietario de la habitación donde vivo me ofreció pagar el alquiler a cambio de sexo", declara.

Varios años mas tarde de huir de la cólera de su madre, Lucilda está sola, enferma y teme por su futuro. Nunca se imaginó vivir en esta situación cuando era una adolescente. Cuando huyó de casa sin documentación, sobrevivió cogiendo trabajos mal pagados, incluyendo trabajos de camarera.

Pero en una ciudad en Putumayo, conoció y se enamoró de un hombre del lugar. Se casaron pronto y rápidamente nacieron sus dos niños. Después se enteró de que mantenía aventuras con otras chicas.

"No quería que me tocase, pero cogió un cuchillo y me forzó" recuerda. "Me sentí como si hubiera sido violada." Lucilda, que no tenía otra opción real, permaneció junto a su marido cuando huyeron a Ecuador. Más tarde descubrió que tenía VIH.

"La vida aquí también es dura, No conoces a la gente, todo es diferente. Cuando los médicos me dijeron que también tenía la enfermedad pensé en tirarme bajo las ruedas de un coche," dijo al ACNUR.

Xavier Creach, responsable de la suboficina de ACNUR en Lago Agrio, afirma que este caso aumenta la inquietud sobre las actitudes sociales. "El estigma asociado a las enfermedades de transmisión sexual, como el VIH, aumenta los riesgos como consecuencia del silencio de la sociedad" pone de relieve.

*Nombre ficticio por razones de seguridad

Por Por Sonia Aguilar en Lago Agrio, Ecuador