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Un atleta refugiado y su guía trabajan para alcanzar el oro en los Juegos Paralímpicos

Historias

Un atleta refugiado y su guía trabajan para alcanzar el oro en los Juegos Paralímpicos

El velocista con discapacidad visual Guillaume Junior Atangana llevará la bandera del Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados con grandes esperanzas en los Juegos Paralímpicos de París 2024.
26 August 2024
Tres atletas corren en paralelo en una pista azul

Guillaume Junior Atangana (al centro) con sus corredores guía Donard Nyamjua (a la izquierda) e Israel Malachi-Harrison (a la derecha) en un campo de entrenamiento en Reims, Francia.

Una semana antes de los Juegos Paralímpicos de París 2024, Guillaume Junior Atangana, y su guía y compañero refugiado Donard Nyamjua recibieron una llamada sorpresa del Presidente del Comité Paralímpico Internacional, Andrew Parsons. Junior, como muchos le llaman, se alegró y emocionó cuando el Presidente le informó de que llevaría la bandera en la Ceremonia de Apertura del Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados, acompañado por Donard.

“Estoy muy emocionado y feliz de que el Presidente me lo haya anunciado. Me da escalofríos y estoy muy feliz. Ya me lo imagino en mi cabeza. Me veo como un gran campeón, el que hizo realidad su sueño”.

Para entender la importancia que esto tiene para Junior, hay que echar un vistazo más de cerca a su increíble trayectoria como paraatleta refugiado y a lo que ha conseguido en la pista.

Un mes antes de los Juegos Paralímpicos de París 2024, en una pista de atletismo de la pequeña ciudad de Cleckheaton, en West Yorkshire, al norte de Inglaterra, personas de todas las edades hacen caso omiso de la lluvia veraniega para prepararse para el partido de la liga de atletismo de esa tarde.

Algunos practican el empuje desde los bloques de salida, mientras otros trotan alrededor de la pista. Dos hombres destacan mientras realizan una serie de carreras, saltos, patadas altas y estocadas al unísono, conectados por una cuerda corta con aros en cada extremo que cada uno sujeta.

Uno de los hombres es Junior, velocista de 25 años con discapacidad visual. El otro es su guía, Donard, de 32 años. En París 2024, competirán en las pruebas de 400 metros T11 como parte del Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados. (Los atletas de la categoría T11 tienen una discapacidad visual grave, y compiten con los ojos vendados y acompañados por un corredor guía).

Junior se presentará más adelante en los Juegos en los 100 metros con su guía Israel Malachi-Harrison.

Junto con otros siete paraatletas que compiten en seis deportes, forman parte del Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados más numeroso de la historia. Esperan aprovechar el éxito histórico del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en París y representar las esperanzas y los sueños de 120 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo, entre ellas unos 18 millones con discapacidad.

Dos atletas con un lazo de sujeción corren uno junto al otro en una pista de atletismo

Guillaume Junior Atangana (a la derecha) llevará la bandera del Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Paralímpicos de París 2024, acompañado por su corredor guía, Donard Nyamjua (a la izquierda).

Aspirar a más

En su última carrera antes de los Juegos, se desplazaron a Cleckheaton para competir contra atletas sin discapacidad en 200 metros. Desde las gradas les animan sus compañeros del Club de Atletismo para Personas con Discapacidad de Bradford, Keighley y Skipton (BKS), donde entrenan, así como su entrenadora, Janet-Alison Arkwright, quien ha trabajado con ellos desde poco después de que llegaran a Reino Unido como solicitantes de asilo en octubre de 2022.

En ese tiempo, Junior no hablaba inglés y Donard padecía de una lesión en el cuádriceps que le dificultaba caminar, por no hablar de correr. Desde entonces, asegura, han hecho “progresos enormes”.

“Ahora creen, que ésa es la mayor diferencia”, cuenta. “Son más fuertes, más felices y creen que pueden hacerlo”.

Con “pueden” no solo se refiere a ganar una medalla en París, sino también a batir el récord mundial de los 400 metros T11.

Al verlos salir disparados de los bloques de salida y adelantar a todos los atletas para ganar la carrera con un mejor tiempo personal, tal hazaña no parece descabellada. La pareja ya se quedó a las puertas del podio tras quedar cuarta en la prueba de 400 metros T11 en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, representando a su país.

“Quiero ganar una medalla de oro en París”, comenta Junior tras la carrera en Cleckheaton. “Aquí, en Reino Unido, tengo todo lo que necesito para hacer bien mi deporte y me siento preparado”.

Amor por el deporte

Cuando era pequeño y crecía en África Occidental, la única ambición de Junior era convertirse en el mejor futbolista del mundo. Pero a los 8 años, su vista empezó a deteriorarse y, a los 12, la había perdido por completo.

“No salí de mi habitación durante varios meses. Pensaba que todo había acabado con el deporte”, recuerda. “Pero hice un amigo que me ayudó y empecé a correr”.

Correr le ayudó a recuperar la confianza en sí mismo y el amor por el deporte. “Cuando acababa de perder la vista, no me resultaba fácil; me preocupaba caminar. Pero cuando corría, no me sentía preocupado”.

Junior empezó a trabajar con un entrenador que también se convirtió en su corredor guía y, juntos, llegaron a ganar varias medallas en pruebas internacionales. Con el tiempo, se volvió demasiado rápido para su entrenador y empezó a buscar un nuevo guía. Encontró a su par en Donard Ndim Nyamjua, campeón nacional de 800 metros por méritos propios, quien vivía cerca y estaba dispuesto a intentar ser corredor guía.

Guillaume Junior Atangana, con lentes de sol, posa para una foto en un campo de entrenamiento en Reims, Francia.

Guillaume Junior Atangana en un campo de entrenamiento en Reims, Francia, antes de los Juegos Paralímpicos de París 2024.

“Como hermanos”

De acuerdo con Arkwright, ser corredor guía requiere ciertas cualidades. “Tienen que tener tanto dinamismo como el corredor, pero también tienen que recordar que no se trata de ellos”, explica. “Tienen que estar enfocados en el atleta”.

Para Donard – siete años mayor que Junior – también es una cuestión de forma física. “Para guiar a alguien como Junior, hay que estar a la altura”, se ríe. “Cuando termino de entrenar con él, le pido a mi entrenadora que me dé trabajo extra porque tengo que mantener el ritmo”.

Correr en perfecta sincronía requiere un entrenamiento constante y un fuerte vínculo. Uno de los mayores retos a los que se enfrentó la pareja fue la lesión de Donard. “No fue fácil entrenar”, comenta Junior. “Tuvimos que adaptar muchos ejercicios”.

Una de esas adaptaciones consistió en que Donard utilizara su voz para guiar a Junior hacia él y le ayudara a utilizar una cinta de correr.

Desde que se trasladó a Reino Unido y se puso en contacto con un trabajador de apoyo para personas con discapacidad visual, Junior también ha aprendido a caminar con un bastón blanco y a hacer otras tareas por sí mismo, como tomar un tren o un autobús o prepararse una bebida caliente. Junior estudia inglés y braille en una universidad local, mientras que Donard estudia informática e inglés. Ambos pueden llevar ahora una vida más independiente, aunque siguen compartiendo habitación en la casa familiar de Val Lightowler, asistente del entrenador del BKS. Ella los recibió el diciembre pasado, cuando tenían dificultades para llegar al entrenamiento desde su alojamiento para solicitantes de asilo. 

“Somos como hermanos, porque vivimos juntos desde hace casi tres años”, explica Donard. “A veces tenemos nuestras diferencias: nos gritamos, lloramos juntos”.

El deporte, y su determinación de competir en otros Juegos Paralímpicos, les ha ayudado a superar algunos de sus momentos más duros. “Cuando llegué aquí, no conocía a nadie, y el clima tampoco era fácil. Pero cada vez que voy a entrenar, me siento feliz. Paso el día con mi deporte”, comparte Junior.

En París, quiere enviar a otras personas refugiadas y con discapacidad el mensaje de que “todo es posible”.

“Hay que tener paciencia y creer en Dios y en uno mismo. Quiero mostrale al mundo que ser invidente no significa que tu vida se haya acabado; aún puedes hacer grandes cosas”.