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Un surfista sirio encuentra refugio en las olas del Líbano

Historias

Un surfista sirio encuentra refugio en las olas del Líbano

Ali nunca había visto el mar hasta que su familia huyó al Líbano. Después de coger su primera ola, fue adoptado por toda la joven comunidad de surfistas de este país.
9 May 2017
Ali, de 16 años, y su compañero de surf, Ali El Amine, con sus tablas de surf en la playa de Jiyeh.

Tumbado sobre su tabla de surf, Ali Kassem rema tranquilamente esperando a que el mar le traiga una ola perfecta. De repente, dirige su tabla hacia la orilla,se pone de pie y se desliza sobre un bucle de espuma blanca. Da la impresión de que no le cuesta el menor esfuerzo.


A pesar de la confianza que demuestra cuando está en el agua, Ali, de 16 años, ni siquiera sabía nadar hasta hace unos pocos años. Ali, que había crecido en Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria, situada en el interior del país, huyó con su familia al Líbano en 2011. La familia se instalóen Jiyeh, una antigua ciudad costera, a 28 kilómetros al sur de Beirut.

Jiveh es la cuna de la joven comunidad surfista del Líbano. Cuando Ali vio a los jóvenes de la localidad surfeando sobre las olas, se quedó fascinado. Primero aprendió a nadar él solo y, luego, durante meses, se sentaba en un acantilado junto a la playa estudiando la técnica y los movimientos de cada uno de los surfistas.

"El surf me ha enseñado a ser fuerte en la vida. He aprendido que no hay nada imposible"

Ahora es uno de ellos y los reflejos dorados de su cabello dan testimonio de las numerosas horas que ha pasado bajo el sol del Mediterráneo. A pesar de todos los problemas que conlleva vivir en el exilio, este pequeño tramo de playa se ha convertido en su refugio y los surfistas en su segunda familia.

"El surf me ha enseñado a ser fuerte en la vida. He aprendido que no hay nada imposible", dice Ali. "Si quieres hacer algo, debes hacerlo". Su profesor de surf sonríe al recordar su primer encuentro y los primeros intentos de Ali para coger una ola. Ali El Amine, de 34 años, es un surfista americano-libanés que dirige Surf Lebanon, un club-escuela de surf. Él y su amigo descubrieron al joven Ali un frío día del mes de abril hace dos años, cuando regresaban de buscar olas.

"Vimos a este pequeño con una tabla de espuma de poliestireno esperando al borde del agua", recuerda Ali El Amine. "Evidentemente, Ali había utilizado un cuchillo para fabricarse una tabla de surf de una pieza de poliestireno que había encontrado tirada en la playa". No pensaban que se iba a aventurar en un mar tan agitado. Era muy peligroso, especialmente sin estar entrenado o sin una tabla de surf o un traje de neopreno.

"Ya estaba a mitad de camino cuando le gritamos que regresara porque no tenía leash que uniera su tobillo a la tabla y el agua todavía estaba fría", cuenta Ali El Amine. Ali no les hizo caso: "Les dije que no. Quería probar".

Después siguió una conversación a gritos. Ali El Amine convenció a Ali para que regresara a la playa y allí le echó un sermón sobre la importancia de la seguridad en el surf. Pero, impresionado por la audaz determinación del adolescente, El Amine le regaló una tabla de verdad y un traje de neopreno y le dio clases de surf. "El resto", dice, "ya es historia". "La primera vez que cogí una ola y logré mantenerme de pie", explica Ali, "me encantó.. Volvía todos los días. Es una sensación increíble".

Durante los últimos dos años, Ali ha quedado con El Amine y su grupo en la playa siempre que las condiciones del viento y las olas invitaban a practicar surf. Dentro del grupo, la condición de refugiado de Ali no importa. Coge las olas con los mejores surfistas del Líbano. Son competitivos, pero se preocupan unos de otros y se apoyan entre ellos cuando practican una nueva técnica o no pueden evitar un wipe out.

"Al fin y al cabo es un ser humano", dice Ali El Amine. "Respira y sangra como todos los humanos. A mí no me importa que venga de otro país o que sea de una religión diferente. Lo único que importa son sus ganas de surfear". Ali El Amine trata a su joven protegido, al que llama "pequeño Ali", como a un hermano pequeño o a un hijo, y a veces utiliza el surf para premiarlo cuando saca buenas notas en la escuela. Y cuando saca malas notas le deja estar menos tiempo sobre la tabla.

Tras un pasado doloroso, el surf también permite a Ali centrarse en el presente y el futuro. Su hermano mayor perdió la vida hace cinco años cuando fue a comprar el pan en la panadería del barrio en el que residían en Alepo, y esta fue bombardeada . Poco después la familia huyó al Líbano. Ali no recuerda casi nada de Siria.

"Cuando hago surf me olvido de todo"

"Cuando hago surf me olvido de todo," señala Ali. "Aunque tenga algo dando vueltas en mi cabeza, una vez que estoy en el agua se me olvida". El Líbano acoge a más de un millón de refugiados sirios, una cifra enorme para un pequeño país de unos cuatro millones de habitantes. Los servicios ya no dan más de sí y hay numerosos refugiados que no tienen acceso a una vivienda adecuada o a atención sanitaria o educación.

Ali considera que su familia es afortunada se poder vivir en un piso, por tener un hogar, aunque andan justos de dinero. Su padre, que trabaja como jornalero, no encuentra trabajo suficiente para mantener a sus cinco hijos en el Líbano. Los problemas económicos obligaron a Ali a dejar la escuela temporalmente. A veces consigue trabajo en una tienda de surf para ayudar a su familia a llegar a fin de mes, pero piensa retomar los estudios en verano. Su sueño es competir en un campeonato mundial de surf y recorrer el mundo en busca de las mejores olas. Y cuando termine la guerra, espera poder regresar a Siria y abrir allí una escuela de sur.