Unos hermanos afganos, huérfanos y traumatizados, empiezan una nueva vida en Australia
Unos hermanos afganos, huérfanos y traumatizados, empiezan una nueva vida en Australia
ISLAMABAD, Pakistán, 16 de junio de 2014 (ACNUR) – Mustafa* es un chico emprendedor. Con apenas 14 años, ha tenido que serlo para poder sobrevivir a las adversidades que se han presentado en su camino, incluyendo el asesinato de sus padres en Afganistán y las palizas de un cuñado abusivo.
Él aprendió solo a pintar, arreglar equipos eléctricos y convertir los desechos en arte, como un modo de escapar de su sufrimiento y de la falta de educación en la ciudad de Quetta, en el sur de Pakistán, donde su familia, perteneciente a la etnia hazara, buscó asilo en 1997 huyendo de la persecución. "Cuando pinto, o arreglo algo, mi mente deja de recordarme el dolor que siento y mis problemas", explica.
"Un día construiré un avión y llevaré a mis hermanas a recorrer el mundo," bromeaba recientemente el muchacho con el equipo de ACNUR. Poco tiempo después, estaba en un vuelo a Sidney, Australia, donde finalmente podría asistir a la escuela, empezar una nueva vida sin temores y perseguir sus sueños.
La hermana y tutora de Mustafa, Zara*, de 21 años de edad, estaba muy confundida cuando se enteró de que Australia los había aceptado para su reasentamiento. "Hasta ahora, la vida no ha sido amable con nosotros. Si bien estoy muy feliz de pensar que por fin mis seis hermanos y tres hijos tendrán una vida normal, al mismo tiempo, me siento como si esto sólo fuera una ilusión".
Le parecía demasiado bueno para ser verdad, después de todo el sufrimiento padecido, que comenzó cuando su padre llevó a su familia desde su casa en la provincia de Ghazni (Afganistán) a Quetta, lugar donde nació Mustafa. Su padre, por más que temía por su seguridad, permaneció en Afganistán, donde era militar.
En el año 2010, la madre del niño, Salma*, decidió volver a Afganistán para corroborar los informes de que su marido había sido asesinado un año antes. Ella nunca volvió. En su lugar, la familia recibió un video que mostraba su cuerpo empapado en sangre y mutilado.
Por ese tiempo, los niños estaban sufriendo en manos del cruel marido de Zara, Rustam*, que era drogadicto. Ella relata con tristeza al ACNUR que recuerda haber pensado: "No, esto es imposible, no puede morir dejándonos solos".
Además de temer que los asesinos de sus padres los encontraran, los niños también estaban aterrorizados por un enemigo cercano, Rustam, que durante tres años mantuvo a la familia en el terror. Zara fue sometida a tortura, violencia doméstica y violación conyugal.
Por su parte, Mustafa encontró consuelo en la pintura y en el reciclaje de objetos, actividades que, según dice, "me distraían de los gritos de mis hermanas cuando mi cuñado les pegaba". Fue entonces cuando comenzó a pensar en la construcción de un avión para ayudareles a escapar.
No pudo ayudar a su hermana adolescente, Shama*, que fue violada hace dos años por Rustam cuando Zara y las otras hermanas, para ayudar a la familia, se encontraban fuera trabajando como empleadas domésticas con familias paquistaníes o vendiendo atuendos bordados.
"Fue el fin del mundo para mí. Quería que la tierra se abriera y nos tragara a todos... quería que el cielo se desplomara. Nunca imaginé que ese diablo iría tan lejos", recuerda Zara con rabia. Ella recibió una fuerte paliza cuando protestó y Rustam le amenazó con vender a sus hermanas si se lo contaban a alguien. Tres meses más tarde, Shama desapareció.
Mustafa detestaba a este hombre que abusaba de sus hermanas. "Yo quería pegarle, pero no podía. Era fuerte como un enorme toro y con un solo puño me golpearía contra la pared", explica el muchacho. Como su situación comenzaba a ser cada vez más peligrosa, uno de los clientes de Zara le aconsejó, a finales del año 2012, que contactara con ACNUR.
El personal de ACNUR se sorprendió: "Todos los miembros de esta familia estaban traumatizados y todavía sufren pesadillas. Fueron encontrados gritando e hiriéndose a sí mismos mientras dormían", explica Svetlana Karapandzic, una oficial de protección de ACNUR en Islamabad, que agrega que recibieron asistencia terapéutica para superar el trauma.
Después de la revisión inicial de su caso, ACNUR trasladó a la familia desde Quetta a Islamabad, capital de Pakistán, donde se estudió su caso y se recomendó su reasentamiento. Allí permanecieron en un alojamiento seguro financiado por ACNUR y gestionado por la Comisión Católica Internacional de Migración.
En aquel lugar, Mustafa hizo amigos rápidamente gracias a su habilidad para arreglar las cosas, ya sea la radio de los guardias, el faro de un vecino o un juguete para niños. Sus mágicas manos pueden reparar todo. Sin embargo, cuando se preparaban para partir hacia Australia, le faltaba algo.
"Todo está bien, pero ¿qué le ocurrió a Shama?", preguntó Mustafa. Él y sus hermanas sospechan que fue vendida por Rustam. "Quiero traerla de vuelta, siempre voy a extrañarla," dice el chico, con su voz temblando de emoción y sus ojos cubiertos de lágrimas.
En 2013 Australia acogió a 747 refugiados afganos provenientes de Pakistán y ha aceptado a 383 para su reasentamiento en lo que va de este año.
* Los nombres han sido cambiados por razones de protección.
Por Duniya Aslam Khan en Islamabad, Pakistán