Un jovencísimo futbolista sirio apunta alto en Alemania
Un jovencísimo futbolista sirio apunta alto en Alemania
La cara del jovencísimo Ahmad Alzaher se ilumina con una amplia sonrisa, a la que ya le faltan algunos dientes de leche. Mira a su padre, Mohammed, que se ha colocado de rodillas en el campo y que sostiene sobre su cabeza una botella de agua. Ahmad da un paso atrás, coge carrerilla y golpea al balón que previamente ha colocado frente a él, golpeándolo con su poderosa zurda hacia la cara de su padre.
Unas curiosas jóvenes alemanas lanzan un grito ahogado y hacen un gesto de dolor cuando el balón avanza a toda velocidad por el aire. Después, estallan de alegría en el momento que el balón golpea la botella, que con el impacto cae de la cabeza del hombre. Ahmad se lanza a correr para celebrarlo, derrapa sobre sus rodillas hasta detenerse y abre los brazos, imitando el conocido salto con el que Cristiano Ronaldo celebra sus goles.
Este espectacular truco es uno de los muchos que padre e hijo practican juntos cada tarde después del colegio. Ambos tienen grandes esperanzas de que, algún día, este duro trabajo dé sus frutos y la destreza de Ahmad llame la atención de algún gran club de fútbol europeo.
"Mi jugador favorito es Cristiano Ronaldo porque es el mejor y el más rápido", cuenta Ahmad a ACNUR, refiriéndose al famoso futbolista portugués. "Yo también soy rápido. Sueño con conocer a Cristiano Ronaldo algún día y jugar al fútbol con él".
"Estamos deseando ver la Eurocopa", afirma su padre. "Vamos a apoyar a Alemania. No va a ser fácil, pero creemos en Alemania, el equipo nacional puede ganar. Lo mejor del fútbol, y este año especialmente por la Eurocopa, es que el deporte une a la gente. Durante noventa minutos, todo el mundo está unido, independientemente de su ideología, religión o cultura".
"La Eurocopa es como el Mundial de Fútbol", añade Ahmad. "Es igual de importante, igual de emocionante e interesante".
"Vamos a apoyar a Alemania. No va a ser fácil, pero creemos en Alemania, el equipo nacional puede ganar."
Fue el deseo de Ahmad de alcanzar el éxito lo que empujó a su padre, que jugó como guardameta, a huir de su hogar en Jableh, una ciudad costera en el noreste de Siria. "Me marché por Ahmad", cuenta Mohammed, de 39 años. "Cuando la guerra comenzó, me di cuenta de que no había futuro para él en Siria. No sabía cuánto duraría. Me di cuenta de que no había futuro para él en Siria como deportista. Pensé, con este talento, necesita entrenamiento en condiciones".
Mohammed afirma que su mundo cambió cuando Ahmad nació. El don del niño se hizo patente desde el momento en que comenzó a ponerse de pie.
"Ahmad empezó a jugar al fútbol en cuanto comenzó a caminar", afirma. "Pronto me di cuenta de que le encantaba el deporte, para él nuestra casa era un campo de fútbol. No era como el resto de niños con el fútbol. Él quería chutar el balón y marcar goles, simplemente jugaba al fútbol".
Un día, cuando Ahmad solo tenía dos años, Mohammed lo llevó a un partido de la liga siria de fútbol. Ante la estupefacción del público, Ahmad comenzó a andar tambaleándose hacia los lados en dirección al terreno de juego, donde se puso a hacer sus proezas con el balón. "Todo el mundo estaba muy entusiasmado e impresionado con él", recuerda su padre. "Los jugadores sirios más famosos le vaticinaron un futuro brillante en el panorama internacional".
Sin embargo, los años fueron pasando con su país sumido en la guerra, y Mohammed empezó a perder la esperanza de que las cosas pudieran volver a la normalidad. "Cuando veo las noticias sobre Siria, mi alma llora", dice. "Si Dios quiere, estos duros momentos acabarán pronto y Siria podrá recuperarse. Todos los sirios somos hermanos y hermanas. Rezo para que las cosas mejoren en mi país."
El pasado mes de octubre, Mohammed, su mujer Afaf y su hermana Zahra decidieron llevar a Ahmad a Líbano y desde allí proseguir su periplo hacia Turquía. Pidió dinero prestado para pagar a los traficantes, pero ni con todo el dinero del mundo hubiera podido conseguir un viaje seguro hasta Grecia. Como muchos otros, su endeble embarcación se rompió en mitad del mar Egeo.
"Rezo para que las cosas mejoren en mi país."
"Estábamos a mitad de camino cuando el motor dejó de funcionar", recuerda Mohammed. "Tratamos de continuar, pero el bote empezó a llenarse de agua. Entonces, cerca de la costa griega, empezamos a hundirnos. Por un momento, pensamos que íbamos a morir. Pero, delante de nosotros, había un bote lleno de refugiados. Volvieron atrás para ayudarnos y todos pudimos llegar a tierra. Aún no puedo creer que consiguiéramos sobrevivir todos, que no nos hundiéramos en el mar".
En Grecia, Ahmad y su familia continuaron por la ruta de los Balcanes occidentales, bordeando Hungría y atrevesando Eslovenia y Austria. A principios de noviembre, unos policías les pararon mientras cruzaban la frontera alemana a pie y les pusieron en un autobús que les llevó hasta un centro de acogida en Potsdam, ciudad situada al suroeste de Berlín.
"No sabíamos dónde íbamos, solo sabíamos que teníamos que ir a un lugar mejor", cuenta Mohammed. "Tras un viaje como ese, fue increíble que llegáramos. Estaba tan aliviado. Apenas había dormido durante quince días, me quedaba despierto mientras los demás dormían para vigilar. Tenía miedo por mi hijo todo el tiempo. Cuando llegamos pensé: sí, ya estoy seguro, mi familia está a salvo".
Ahora, Ahmad y su familia han sido reconocidos como refugiados en Alemania. En enero, se mudaron a un apartamento alquilado de tres habitaciones en Postdam. El niño está muy contento en su nuevo entorno, le va bien el colegio y juega en el equipo infantil de fútbol. Está siendo más difícil para los adultos. Mohammed aprende alemán, y su tía Zahra de 29 años ha retomado los estudios y está deseando volver a trabajar de profesora de primaria, su anterior profesión.
"En Alemania, tenemos una vida totalmente nueva", afirma Mohammed. "Tenemos que acostumbrarnos y rehacer nuestrsa vidas de nuevo".
"Estoy aprendiendo alemán rápidamente, pero los adultos van más despacio", añade Ahmad. "A veces mi familia me habla en árabe y yo les contesto en alemán, pero no entienden lo que digo. Me gusta el colegio. Mis asignaturas favoritas son educación física y alemán. Mi profesor de alemán hace que sea muy fácil y divertido aprender el idioma, aprendemos a hacer las cosas y a dibujar. Está contento conmigo porque ya sé escribir un poco".
A Ahmad no le importa que no haya ningún otro niño sirio en su colegio, y su habilidad con el fútbol ya le ha hecho popular. "Todos los niños de mi clase son mis amigos", cuenta. "Todo es nuevo aquí. Pienso en volver a Siria, en ver mi casa, jugar con mis amigos, y después regresar a Alemania. Ojalá todos los niños en Siria estuvieran a salvo y fueran felices. Yo juego todos los días al fútbol y eso me hace feliz".