Esperanza de nacionalidad se hace realidad para la minoría bidún de Irak
Esperanza de nacionalidad se hace realidad para la minoría bidún de Irak
Mohammad aún recuerda el día en que el vicedirector de la escuela lo sacó de clase: tenía nueve años y acababa de empezar a ir a clase cerca de la ciudad de Basora, en el sur de Irak. Le dijeron que no podía seguir asistiendo porque carecía de documentos de identidad.
“Me fui a casa y me di cuenta de que me tenía que poner a trabajar para ayudar a mi familia. Trabajar y nada más”, dice. “Nunca he sabido lo que es ser estudiante o tener una infancia. Desde aquel momento mi vida no ha conocido descanso”.
Aunque entonces él no lo sabía, Mohammad es apátrida. Es miembro de segunda generación de la comunidad bidún de Irak, que llegó al país procedente de Kuwait inmediatamente después de la Guerra del Golfo de 1991; la mayoría no tenían nacionalidad reconocida o documentos oficiales.
En consecuencia, a pesar de haber nacido en Irak, Mohammad ha vivido toda su vida al margen de la sociedad. No tiene acceso a servicios básicos como educación o atención sanitaria y no puede votar, casarse, ni siquiera moverse libremente.
“Tenía la sensación de que no existía”.
La falta de una identidad oficial dejó secuelas físicas y mentales en Mohammad. Cuando fue atropellado por un coche a la edad de 12 años, su madre Salima lo llevó al hospital local con una importante fractura de nariz y los ligamentos del tobillo rotos. Pero al no poder presentar documentos de identidad suyos o de su hijo, los médicos solo le prestaron primeros auxilios antes de mandarlos de vuelta a casa.
La deformidad en el puente de la nariz y el dolor que sigue sintiendo en el tobillo son recordatorios cotidianos de heridas que nunca sanaron correctamente. Pero el peaje psicológico de su situación es sin duda el que le ha afectado más, haciendo que sea reacio a aventurarse fuera del refugio apenas amueblado que comparte con su madre y su hermana por miedo a que le pidan su documentación.
“Tenía la sensación de que no existía. Cuando no tienes documentos, no cuentas”, explica. “Siento que tengo que tengo que vigilar todos mis movimientos. Ni siquiera voy al mercado local: me limito a ir andando al trabajo y volver derecho a casa. Sin documentación civil, mis movimientos están muy limitados”.
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En la actualidad viven en Irak decenas de miles de bidunes. Su nombre es una abreviatura de la expresión árabe بدون جنسية (bidún djinsiya), que significa “sin nacionalidad”. Al igual que Salima, la madre de Mohammad, la mayoría pueden rastrear sus raíces en Irak antes de que sus antepasados se asentaran en el vecino Kuwait.
Ahora, gracias a la colaboración entre la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la ONG Irakuí Mercy Hands, Mohammad y otros como él han recuperado la esperanza.
Desde agosto de 2017, abogados de Mercy Hands cuentan con el apoyo de la financiación que reciben de ACNUR para ayudar a los bidunes y a otros pueblos apátridas a conseguir la nacionalidad Irakuí. Prestan asistencia a 500 personas cada año.
Salima es una de las personas a las que han ayudado. El abogado Laith Najar consiguió encontrar dos testigos que declararon que sus padres tenían ascendencia Irakuí y puso en marcha el proceso ante los tribunales en representación de Salima. Tras seis meses de tramitación, este mismo año se le ha reconocido la nacionalidad Irakuí.
“Me ha dado esperanza”
“Estoy muy feliz y mucho más calmada”, dice Salima, y las profundas arrugas en torno a sus ojos se suavizan cuando esboza una sonrisa. “Ahora tengo la firme esperanza de que mis hijos conseguirán sus documentos pronto”.
Najar dice que el siguiente paso es iniciar un procedimiento similar para Mohammad y su hermana, basado en la condición legal recién reconocida de su madre. La ley de nacionalidad de Irak fue enmendada en 2006 para garantizar que todos los niños y niñas nacidos en el país puedan adquirir la nacionalidad en condiciones de igualdad a través tanto de su padre como de su madre, a diferencia de muchos otros países de la región en los que es únicamente a través del padre.
La dificultad del caso de Salima es que nunca se registraron ni su matrimonio ni el nacimiento de sus hijos, por lo que tendrán que ser determinados por los tribunales antes de que se pueda resolver el caso de Mohammad.
Najar dice que el número de casos que pueden tramitar cada año es limitado por los recursos de que disponen, ya que solo cuentan con tres abogados trabajando a tiempo completo en el terreno. Pero a medida que aumenta el número de bidunes y de otras personas apátridas que consiguen ver reconocida su nacionalidad en Irak, piensa que será posible que otros tengan más facilidad para probar su ciudadanía.
“Una de las cuestiones que preguntamos es si tienen algún pariente en Irak, y esa información nos permite ampliar el círculo”, explica. “Estoy muy feliz de que estas personas puedan obtener sus documentos y demostrar su identidad Irakuí”.
Mohammad dice que conseguir la nacionalidad después de tantos años suavizaría su ansiedad y le permitirá empezar a construir el tipo de vida que se le lleva negando tanto tiempo.
“Ahora que mi madre tiene documentos tengo una nueva esperanza de poder conseguirlos yo también”, dice. “Espero poder casarme un día y tener una vida como la de cualquier persona que me rodea”.
Si desea saber cómo puede marcar una diferencia en las vidas de personas como Mohammad, únase a nuestra Campaña #IBelong para acabar con la apatridia.