Tras la guerra y el exilio, dos amigos de la infancia encuentran un amor duradero
Tras la guerra y el exilio, dos amigos de la infancia encuentran un amor duradero
CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE KAKUMA, Kenia, 19 de diciembre (ACNUR) – Cuando eran niños jugaban al escondite en su pueblo. Se contaban historias sobre los animales de la selva e imitaban el ataque del león. No eran de la misma sangre pero, en aquellos momentos, se sentían como hermanos.
Ahora Francis Akech Dol, de 32 años, y su esposa Elizabeth Yon Anpei, de 27, están casados y viven bajo protección en el campamento de refugiados de Kakuma, situado al noroeste de Kenia. Su historia es la de dos personas que se enamoraron desafiando la guerra, el exilio y la violencia familiar.
Su viaje no fue fácil. En el año 1991 estalló la Guerra en Yeru, en Sudán del Sur. Elizabeth huyó con sus padres a través de la frontera, primero a Etiopía y luego a Kakuma. Su padre fue asesinado durante el viaje. Francis permaneció en Sudán del Sur otros 10 años y tuvo que soportar nuevos ataques hasta que en 2001 huyó hacia el sur, a Uganda. Desde allí, un comerciante lo llevó a Malaba, en la frontera de Kenia.
En 2002 llegó a Kakuma, donde se volvió a encontrar con Elizabeth y al instante se enamoró de ella. Al principio ella no se acordaba de su amigo de la infancia, pero Francis no podía olvidarla. "Me pareció encantadora", dice. "Le pedí que saliera conmigo. Nos dimos la mano y vimos un partido de fútbol en el campamento. Mi corazón latía tan deprisa que no podía controlarlo". Elizabeth también estaba feliz. No podían estar separados uno del otro.
Francis llegó en el momento oportuno para Elizabeth. La década anterior había sido angustiosa para ella. Se vio obligada a contraer matrimonio a los 14 años a cambio de 12 vacas y a los 15 años tuvo su primer hijo. Describe a su marido como un borracho que la pegaba con frecuencia. Tuvo su segundo hijo y los malos tratos empeoraron. "Me pegaba todos los días. Llegaba a casa y me pegaba", dice. "No hacía más que llegar y empezaba a darme bofetadas y patadas sin ningún motivo".
Por ultimo, su marido la abandonó y Elizabeth volvió a casa con su familia, destrozada tanto física como psíquicamente. "Mi corazón se volvió de piedra", comenta. "Pero entonces me encontré con Francis y todo empezó de nuevo".
"¿Qué no haría cualquier persona por amor?" pregunta Francis, delante de su casa de adobe. Durante los tres años que duró su noviazgo con Elizabeth, su familia lo amenazó. Procedía de una familia pobre y no tenía dinero para pagar la dote de 300 vacas que pedía la familia de ella. De hecho, no tenía ni una sola vaca.
Mientras tanto, la familia de Elizabeth la presionaba para que se casara con otro hombre. "Mis padres decían: 'Este hombre es pobre. Te buscaremos un marido rico'. Yo les explicaba que el amor no depende del dinero y que yo quería a Francis". Pero ellos no la escuchaban y amenazaron a Francis con matarlo si salía con su hija.
En el año 2006, la pareja contrajo matrimonio en secreto, pero la primera noche que pasaron juntos la familia de Elizabeth le propinó a ella tal paliza que tuvo que ser hospitalizada. Su tío la golpeó con un bastón en la cara y se le cayeron los dientes, mientras su hermano la golpeó a patadas hasta que quedó inconsciente. Entonces descargaron su ira sobre Francis, golpeándole también. ACNUR trasladó a la pareja a la zona de protección del campamento, donde ahora viven seguros.
En 2007 la pareja tuvo su primer hijo, al que llamaron Boston, por ser Francis un gran admirador de esta ciudad norteamericana, aunque no la conoce. Desde entonces han tenido otros dos hijos y hay un cuarto en camino.
Cuando, el pasado mes de julio, Sudán del Sur declaró su independencia, Francis y su esposa tuvieron la oportunidad de volver a su país. Pero se enfrentaban a un dilema imposible. Él podía regresar a la libertad de su hogar y a la protección de su familia, pero ello conduciría inevitablemente a la violencia. "Mis padres se pelearían con la familia de ella y habría destrucción y muerte. Mi mujer podría morir", explica Francis. "No quiero eso para ninguno de los dos. Prefiero renunciar".
Ahora, este controvertido padre trabaja dando clases de inglés y matemáticas a los niños del campamento. Su familia ha solicitado el reasentamiento en un tercer país. Durante su tiempo libre le gusta pintar figuras en la pared lateral de su casa de adobe. Hay pinturas de elefantes, leones y ganado. "Quiero que mis hijos conozcan los animales de la selva", señala. "Quiero enseñarles cómo ataca el león".
Greg Beals, Campamento de refugiados de Kakuma, Kenia. Beals es escritor y periodista y actualmente trabaja para ACNUR en África Oriental